El torreón del Ferro se llama así porque en una casa próxima vivió uno de los últimos maestros de las obra de la catedral: Jacobo Ferro.
De ella partían las murallas que subían por la calle de San Miguel y las que hacia el este, dando un brusco giro, llegaban hasta la Plaza de las Palomas. La torre, de 16 metros, es hueca, de planta cuadrada y construida de cal y canto sobre base de mampostería. Próxima a ella, mirando hacia el norte, se encontraba un acceso de la ciudad en rampa.
En esta zona se halló en el siglo XVIII importante epigrafía visigoda alusiva a la dedicación de iglesias de Guadix, y en la Guerra Civil fue minada para construir refugios aéreos.