Tradición, apuesta por la buena carne y exquisita selección de vinos hacen de este mítico templo taurino, uno de las firmas más antiguas y reconocidas de Granada. Tras 65 años en la acera fronteriza a la Plaza de Toros, este negocio familiar lleva en boca de autóctonos y foráneos desde sus primeros pasos debido a la selecta calidad de sus productos y su amplia gama de platos a la carta y tapas. Antonio Carmona, su alma mater, hombre de inusitada experiencia en el sector, quizá por su personalidad cercana a la afabilidad y el campechano trato, ha sabido continuar un concepto familiar apoyado en la tradición y los valores de origen.

Con un cariño indiscutible a las carnes de ternera, cordero y cerdo, siendo la brasa su especialidad más denostada, en sus entrañas redunda el aroma a cumbre granadina y a campo salmantino, tierra de donde proceden la exquisita selección de jamones y todo tipo de embutidos que sus paredes decoran. Además, una amplia gama de tapas completan su recetario. Y es que su variabilidad de servicios casi ilimitada. Menús diarios en los que se ofrecen cinco primeros y cinco segundos, con manjares de cuchara y típica chacina, es otra de las posibilidades para degustar su cocina. Todo ello, sin olvidar su amplia bodega compuesta de las mejores uvas del territorio nacional. Atributos que hacen de este templo del toreo un reclamo que va más allá de la elección gastronómica y que lo conforma como un garito que roza lo turístico.

Cocina ininterrumpida

Como buen anfitrión que se precie, las puertas de su cocina siempre están abiertas, poniendo en práctica una forma de trabajar que mima con la cercanía a su clientela. Enclave en el que también se puede disfrutar de amenas sobremesas en la calidez de sus amplios salones interiores donde las reuniones familiares y empresariales, son un reclamo con lista de espera. Sin duda, una diamante en bruto en el corazón granadino.