La placeta de Aliatar es uno esos espacios albaicineros abiertos y amplios en los que merece la pena recrear la sensibilidad y también el paladar en los establecimientos de ocio que a ella se abren, entre ellos el popular bar de los Caracoles, famoso por el molusco que le da nombre y el vino “follaza”.
El lugar está centrado por una fuente de taza y surtidor elevados y luce empedrado de primor. Uno de sus costados lo define el moderno edificio del Centro de Actividades Comunitarias y, en otro, haciendo esquina, se sitúa una casa morisca de gran interés, pendiente de una urgente restauración. Es de pequeño módulo y enseña una estructura volada y con celosías hacia la calle San Buenaventura.
Pero lo que más llama la atención es la vivienda privada que cierra la plaza por su flanco sur y que se distingue de las demás por su inusual altura: cuatro plantas, entre las que se incluye un torreón y una azotea. Se trata de la conocida tradicionalmente como Casa de los Moriscos, por suponer que allí se reunieron en 1499 los entonces mudéjares albaicineros para convocar rebelión.
Como se puede comprobar, es una interesante obra de arquitectura popular que presenta una disposición de vanos desordenada, salvo los de la derecha que se alinean en la vertical del torreón. Sin embargo, lo que más delata su origen morisco es la portada, descentrada hacia la esquina contraria a la que se levanta la torre, consiste en un arco apuntado de ladrillo enmarcado por alfiz.
Del interior, con patio centrado por una fuente, solamente se conserva el pórtico occidental, en el que pilastras de ladrillo y canes de acanto apean una gran viga sobre la que descansa la galería superior de madera. En cuanto a las cubiertas, destaca la armadura de limas y almizate apeinazado que cubre una de sus salas.