El Museo de la Alhambra se sitúa en la planta baja del palacio de Carlos V y su entrada está en el zaguán occidental, y cuanta con una magnífica colección de arte musulmán centrándose en lo hallado en la Alhambra. Estuvo antes en las habitaciones altas de la nave de poniente del patio de Comares, y se trasladó aquí en la década de 1990.
Destacan los bronces, capiteles y poca cerámica de la etapas emiral y caifal (s. VIII-XI), algunos elementos de la etapa de los reinos de Taifas (s. XI), y almorávides y almohades (s. XII-XIII). Pero su gran colección se centra en la etapa nazarí (s. XIII-XV), de la que la Alhambra fue la sede del poder. Hay yesería, columnas completas, carpintería (puertas con gorroneras, y alfarjes, etc), una copia de la lámpara de la mezquita mayor de la Alhambra, y todo tipo de cerámica. Hay cerámica común, de lujo, como la azul cobalto y de reflejo metálico, entre la que destacan los grandes y esbeltos jarrones llamados de la Alhambra, y los famosos jarrones sin vidriar para conservar y refrescar el agua: los denominados en su época inyibar.
El comerciante egipcio ‘Abd al-Basit que estuvo en Granada del 30 de Diciembre de 1465 a comienzos de Febrero de 1566, en la época del sultán Abu-l-Hasan Alí, el Muley Hacen de los cristianos, elogia este tipo de vasija fabricada con tierra roja de la Sabika:
“Esta ciudadela bajo la cual se ha construido este palacio insigne, lo mismo que esta grandiosa fortaleza, está provista de torres estupendas y de una muralla maravillosa, en la cumbre de un monte de color rosado a cuyos pies por la parte de la llanura se encuentra un lugar donde se extrae una tierra de color rojo vivo que por su color se parece a la tierra bolar de Armenia y es llamada en al-Andalus “tierra de inyibar mineral” de ésa se fabrican las vasijas de las que en aquellos países se bebe agua; son vasijas muy sutiles, fabricadas con arte excelente, que refrescan naturalmente el agua; también poseen otras varias ventajas y es afirmación generalmente reconocida que ayuda la bebida para purgar la sangre”.
En una de las salas del Museo se puede ver en una cata arqueológica los restos de la calle Real Alta, con su atarjea.