En la Plaza del Padre Suárez, se alza la conocida como Casa de los Tiros donde a principios del siglo XVI, cuando se la llamaba “la casa fuerte del artillería”, ya existió inicialmente y en el mismo solar otro edificio que perteneció al obispo de Lugo Pedro de Rivera.
En 1544 su solar fue ampliado con la compra de otras seis casas, todas ellas erigidas junto a las principales, por lo que esta casa presenta una mezcla tan extraña de cuerpos y adornos (que oscilan entre la época almohade de la que se conserva un alfar, pasando por la nazarí que representa una vivienda y terminando en el periodo humanista al que pertenece la casona solariega actual), y que la constituyen en un verdadero resumen de la confluencia de estilos y culturas que se produjo durante el siglo XVI en Granada. Así, cuando en 1992 se acometieron en este inmueble varias obras de restauración y rehabilitación, en ellas aparecieron suficientes restos de época árabe como para poder afirmar que el palacio cristiano fue construido por Rengifo sobre al menos una vivienda islámica anterior, de la que se aprovecharon las zonas que presentaban mejor estado de conservación.
Dicho atractivo también se debe a las cinco esculturas de cuerpo entero casi de bulto que figuran apoyadas en sendos pedestales, cubiertas por pequeños resaltes del muro y representando abajo a dos héroes clásicos de Homero (Jasón y Héctor), encima a otros dos personajes mitológicos (Hércules y Teseo vestidos con la interpretación que en el Renacimiento se hizo de los uniformes romanos) y en el centro al dios Mercurio en traje de heraldo, en cuya dalmática figura el escudo con las armas de los dueños de la casa, la familia Granada-Venegas (Infantes de Granada que descendían de los sultanes granadinos) y del linaje de los Rengifo con los que estaban emparentados. Tal esquema compositivo alterna y se completa en el resto de la fachada con sencillos vanos distribuidos simétricamente y con diferentes forma y tamaño, entre cuya disposición y la del torreón se echa a faltar un cierto enlace, lo que obliga a pensar que su origen deriva de la casa-torre fortificada propia de los señores feudales de Castilla.
Entre tales huecos destaca en su centro una sencilla portada adintelada que aloja una puerta de madera rechapada y claveteada, sobre la que abren dos balcones de forja reforzados por tornapuntas de hierro y rematados en las esquinas con bolas puntiagudas, que corresponden a la estancia principal. Por aquélla entrada se ingresa en la planta baja mediante un amplio zaguán cuadrado cubierto por un alfarje de grandes vigas que apean sobre zapatas mudéjares, cuyos tableros de las entrecalles se decoran con pinturas que representan luchas de fieras y animales fabulosos.
Desde dicho portal y mediante una segunda puerta también de madera se accede a un pequeño patio rectangular distribuidor de las estancias, que no se corresponde con el resto del edificio ya que está abierto en tres lados con arcos y apoyos diferentes entre sí por ser de acarreo (pilastras de ladrillo, columnas nazaríes de mármol blanco y otras toscanas de piedra gris). De su ángulo derecho arranca una amplia escalera monumental tras un arco semicircular realizado en madera y decorado con casetones, mientras que de su esquina izquierda parte otra escalera más pequeña realizada con losetas de barro, reforzada por listones de madera y decorada con azulejos.
También a través de este peristilo se penetra en el interior de la casa primitiva, que sólo conserva de entonces el salón principal correspondiente a la llamada “Cuadra Dorada”, al parecer construida en 1539 y con una planta igualmente cuadrada, como el portal con el que se corresponde en el piso superior. Esta estancia sobresale además del resto por su extraordinaria y rica decoración, concentrada en los casetones en que se divide la cubierta del techo, conformado por un artesonado de gruesas vigas de nogal semejante al trazado del portal, e integrada por numerosos motivos alegóricos. Entre ellos destacan, talladas en toda la longitud de cada viga, dos largas espadas cuyas puntas convergen en un corazón esculpido en el centro que aparece acompañado por los lemas “El corazón manda” y “El corazón me fecit” grabados en sus hojas. Así como varios bustos policromados y dorados que ya en el siglo XVI dieron nombre a esta estancia, y que en relieves de tosca talla representan monarcas y héroes españoles en los espacios intermedios (hoy día aparecen reproducidos en grandes paneles que cuelgan por la fachada desde el balcón de la izquierda).
Bajo cada uno de ellos figuran inscripciones y leyendas alusivas a sus hechos más notables, que apoyan sobre zapatas talladas con figuras y cabezas humanas, para evidenciar el interés de sus promotores por resaltar su linaje entroncando con tan nobles como míticos orígenes guerreros. Esta ornamentación también alcanza a la zona superior de las paredes, donde se extienden unas tablas anchas con letreros referentes a otros héroes. Además, esta habitación aparece ocupada un poco más abajo por cuatro medallones de piedra con bustos en alto-relieve que representan a Judith, Semíramis, Pantasilea y Lucrecia; ornato que se prolonga asimismo en las puertas, donde figuran motivos platerescos junto a excelentes tallas de los ya aludidos corazón y divisa de los propietarios.
Las estancias restantes presentan también elementos de interés tales como pavimentos, ricos alicatados, yeserías, tableros de puertas talladas, muebles y ventanas, etc. A todos ellos hay que añadir algunos otros como la presencia de un jardín en la parte posterior que fue diseñado por Gallego Burín, uno de los cuerpos realizado por Rafael Soler, y lo que fue bodega situada en el sótano. El edificio, que desde el siglo XVI y hasta el XIX perteneció a los marqueses de Campotéjar (herederos de los Granada-Venegas, que mantuvieron este apellido en las fuentes documentales), fue cedido al Ayuntamiento en 1921 junto a los jardines nazaríes del Generalife como consecuencia de la sentencia que falló en su contra durante el llamado “Pleito del Generalife”. Suscitado ya en el siglo XVI debido a las disputas que sobre la propiedad del agua para la casa mantuvieron los miembros de este linaje, alcaides perpetuos del Generalife, y la de los marqueses de Mondéjar, alcaides de la Alhambra, los primeros se acabaron llevando a Italia su archivo familiar resentidos por el veredicto final que daba la razón al Estado. Desde entonces cambió varias veces de uso, y si a mediados del siglo XX alojó las oficinas de la Delegación del Patronato Nacional de Turismo y el Museo del Turismo, hoy está ocupado por el Museo Histórico de la Ciudad, acogiendo una hemeroteca, un archivo y una biblioteca especializada en temas granadinos además de una sala de exposiciones, espacios todos en los que, desde 1924 y hasta la actualidad, también se vienen realizando importantes muestras del panorama artístico granadino, lecturas de libros, conciertos, recitales poéticos y conferencias de manera eventual.