Los valores paisajísticos y singularidad de los Infiernos de Loja ha quedado patente en los relatos de los viajeros románticos y grabadores. A éstos unen los científicos los valores ecológicos de sus orillas en los que se encuentran especies vegetales poco comunes que sirven de alimento a otras tantas especies de animales.
Madoz los califica como sitios amenos, de gran profundidad, en los que el agua corre como filtrándose por medio de los tajos que hay en el fondo, y con un ruido bronco e imponente.
Para llegar hasta ellos tendremos que dirigirnos hasta la barriada lojeña de La Esperanza desde la que parte un camino, primero asfaltado y luego de tierra, hasta unos huertos a cuyos pies corre el Genil.
Un mirador con panel informativo nos dará más detalles para disfrutar de este precioso rincón desde el que tenemos igualmente una visión menos usual de la ciudad de Loja, distante un par de kilómetros.
Salvo en período de riego o sequía una de las cosas más sorprendentes de este cascada es el color blanco que adquiere el agua del Manzanil en su caída y que le ha valido el sobrenombre de «la cola de Caballo».