Diseminadas por todo el municipio de Montefrío existen gran cantidad de cruces que, aunque de características más o menos parecidas, no podría decirse que son iguales, según publica la web oficial del Ayuntamiento. La tradición y creencia popular más generalizada y que con el paso del tiempo se ha convertido posiblemente en “leyenda urbana”, relaciona el posible origen de estas y su ubicación con los lugares donde se produjo el fallecimiento de alguien, generalmente de forma violenta y provocada. Aunque esto establecería de antemano que todas tienen un origen similar en lo que a su significado y construcción se refiere, sería muy pobre pensar que solo existe una causa sin tener en cuenta su ubicación, su forma, la época en que se construyeron y todas las demás circunstancias que dieron lugar a las mismas.
En principio y por regla general se deberían tener en consideración cuatro tipos de cruces, diferenciadas fundamentalmente por su ubicación y por la finalidad que se pretendió dar a las mismas por sus promotores, como son los humilladeros, las conmemorativas, las ubicadas en espacios públicos de reunión para sacralización de los mismos y las del Calvario.
Los Humilladeros, por definición, son los lugares devotos que suele haber a las entradas o salidas de los pueblos y junto a los caminos, con una cruz o imagen. En este tipo podemos enmarcar sin ningún tipo de reparos y sin miedo a equivocarnos la “Cruz Gorda” y la desaparecida “Cruz del Jabonero”, que originariamente eran de características similares en su configuración arquitectónica, talla de la piedra y pedestal sobre el que se alzaban, según se desprende de testimonios de gentes que aún la recuerdan ya que su desaparición es relativamente reciente, concretamente entre los años 1965 y 1970, época de construcción de la zona escolar y sus accesos. Igualmente podría pensarse que la mayoría de las cruces existentes podrían ser de este tipo, siendo su origen más remoto el mismo o similar.
Las cruces que rodeaban la ciudades coincidiendo con sus principales caminos, además de la función descrita de exorcizar el mal, hacía que sus moradores impetrasen el auxilio divino al ponerse en marcha hacia sus quehaceres agrícolas o de algún viaje y a la vuelta de los mismos. La relación de estos monumentos con los caminos para el alejamiento del mal era debida a la consideración de estas vías como el lugar idóneo por el que se desplazaría y transmitiría entre poblaciones.
No existen datos que se conozcan que nos permitan datar ninguna de las cruces existentes, si bien se cree que pudieron construirse entre los siglos XVII y XVIII por ser esta, época con este tipo de tradiciones y costumbres de fervor y reafirmación religiosa en estos territorios. No obstante hay datos de esta costumbre por toda la geografía peninsular desde que fueron reconquistándose todos y cada uno de sus territorios.
Se ha dado en llamar cruces conmemorativas a las que la tradición popular le atribuye su construcción al lugar donde alguien falleció por una u otra circunstancia y en especial, por el morbo que ello nos provoca, a los fallecimientos producidos de una forma antinatural, especialmente los asesinatos (destacable entre estas la “Cruz de Linterna” con las leyendas que sobre ella se cuentan, la “Cruz de Tio Campos”, la “Cruz del Cortijillo o de Rifle”, la “Cruz Altera”, La Cruz Bajera”…). Su estructura más simple es bien diferenciada y suelen tratarse de cruces construidas por dos piezas de piedra sin talla alguna; una vertical sobre la que se apoya la “T” invertida junto con la que conforma la cruz propiamente, puestas sobre un pequeño pedestal en forma de prisma o incluso sobre alguna elevación del terreno o encima de una pared de piedras.
Del mismo modo existen las cruces cuya finalidad única es la sacralización de los espacios en que se encuentran, bien sobre la fachada de alguna casa del propio casco urbano o más específicamente en lugares de reunión para festejos abiertos y en el campo, especialmente los dedicados a la celebración del “Dia de la Cruz”, como homenaje y exaltación de la misma. Entre estas podemos destacar la Cruz de Muro y la Cruz del Cañadazo, la del Calvario (ahora situada en el Cerrajon) la del Portichuelo o incluso la del Ventorro.
Por último podemos reseñar las cruces construidas en el camino del calvario, que se ubican entre la iglesia de San Antonio y la propia Ermita del Calvario, ahora en ruinas, por el que se realizaba el “Vía Crucis”, y de las que algunas se han perdido con el devenir de los tiempos, por dejadez y por el error grave de creer que al tratarse de símbolos de una creencia especifica no forman parte del patrimonio cultural y arquitectónico de todos, y sin que en ningún momento se haya hecho nada por su recuperación. Entre ellas podemos destacar las correspondientes a la III y IV Estaciones por su gran tamaño y talla y la única que queda ubicada en lo alto del propio Calvario, por su diseño.
Puedes consultar la ubicación de todas las cruces en la web municipal