Corral del Carbón

Haciendo frente lateral a la placeta de Tovar y con acceso por la calle Mariana Pineda, se encuentra el Corral del Carbón, sin duda, uno de los testimonios más importantes conservados del pasado nazarí de Granada. Su importancia es aún mayor si se tiene en cuenta el hecho de que es la única alhóndiga de al-Andalus que ha subsistido a lo largo del tiempo gracias a su adaptación para diferentes usos. Construido en el siglo XIV, originariamente fue llamado al-fundaq al-yadida -la Alhóndiga Nueva-, dedicándose a la venta de trigo y otros granos.

Tras la conquista de Granada, fue cedido en 1494 por los Reyes Católicos a su criado Sancho de Arana y en 1531 ya aparece nombrado como Corral del Carbón debido a que aquí se alojaban los mercaderes que traían el carbón para ser pesado en el fiel, situado cerca de este edificio. Todavía dentro del siglo XVI pasó a ser Casa de Comedias, sufriendo sus primeras transformaciones de importancia, y a partir del XVII quedó convertido en corral de vecinos al ser trasladado el teatro en 1593 al desaparecido Coliseo de Comedias, que se levantaba en la actual calle Milagro, en el encuentro de Mesones con Puerta Real.

En el año 1918 estuvo a punto de ser demolido, pero para evitarlo fue declarado monumento histórico-artístico. En 1928, fue adquirido por el Estado, realizándose obras de restauración por Torres Balbás entre 1929 y 1931, Nuevas intervenciones se han sucedido desde la década de los noventa hasta la actualidad. En el presente, el edificio es sede de la Fundación El Legado Andalusí y en su patio se celebran diversos eventos culturales.

Interior

Dentro del arco de la portada se dispone un pequeño vestíbulo con bancos a los lados cobijados por arcos, motivos de ataurique y bandas epigráficas cursivas. Se cubre este portal con una bóveda de mocárabes. Una puerta da paso al interior de la alhóndiga, dejando por encima una ventana geminada por la que el alhondiguero desde su habitación, ubicada en la segunda planta, podía controlar al mismo tiempo la calle y el interior del edificio.

Traspasado el umbral, se accede a un patio cuadrangular, limitado por cuatro crujías dispuestas en tres pisos de altura ligeramente desigual. Las habitaciones están precedidas por pórticos y galerías adinteladas soportadas por gruesos machones de sección cuadrada sin ornamentación, de piedra y ladrillo los de la planta baja y de ladrillos los de las superiores. Estos machones sostienen unas zapatas muy gruesas y de sencillo perfil lobulado. De estas zapatas se diferencian las dos que se disponen frente a la puerta de acceso, que se corresponden con las del zaguán, dobles y con ataurique. Sobre las zapatas se disponen las gruesas vigas que soportan los antepechos de las distintas galerías. En el centro del patio se conserva casi milagrosamente la pila original de piedra de Sierra Elvira. Por sus dos caños salía agua procedente respectivamente del Darro y del Genil y traída hasta aquí por sus respectivas acequias. 

Exterior

La visión exterior del Corral del Carbón es errada y compacta, con sus muros lisos apenas interrumpidos por pequeñas ventanas, todas ellas abiertas cuando pasó a ser corrala de vecinos. Su imponente portada recién restaurada, sorprende por su riqueza y potencia arquitectónica. Consta de un gran arco de herradura apuntado con despiece de dovelas de ladrillo, originariamente enlucido y pintado, decorado en el exterior de la rosca con una moldura de arquitos lobulados.

Las albanegas están decoradas con aturiques tallados en yeso. Sobre el arco se dispone un doble friso. El inferior ostenta una leyenda en caracteres cúficos, parcialmente destruida, en que se lee un pasaje coránico: “Dios es único; Dios es eterno; no engendró ni fue engendrado, ni tiene compañero alguno”. Encima corre otra faja en la que aparece el característico dintel adovelado que podemos ver en otras puertas granadinos y que fue introducido en ´Granada en la época zirí. El remate de este cuerpo monumental lo constituye una ventana geminada sobre una fina columna central y a los lados se disponen sendas fajas de sebka que arranca de un arco angrelado, herencia del arte almohade.

Estos cuerpos están flanqueados por finas pilastras de ladrillo que recorren todo el frente al modo usual en la tradición islámica occidental. Un saliente alero inclinado, formado por canecillos dobles, remata la fachada.