Barranco de Poqueira

A pesar de ser la imagen más fotografiada de la Alpujarra y la estampa típica de la región lo es por méritos propios ya que reúne todos los condimentos esenciales para quien hace una incursión en la comarca granadina: naturaleza exuberante, arquitectura vernácula, artesanía rescatada, servicios turísticos, importante red de senderos… El barranco del Poqueira es un verdadero ‘surco’ –del latín porca-porcae– de agua de este caudaloso río de montaña que se despeña e irriga con generosidad huertos y bosques, aporta la energía necesaria para el desarrollo de sus pueblos y da unidad a un valle declarado conjunto histórico desde 1982.

 

Si cientos de personas siguen viniendo aquí para pasar una simple jornada o sus vacaciones, por algo será, a pesar de las envidias de otras zonas de la Alpujarra. Nunca callejear por los pueblos blancos fue tan recomendable como hacerlo por este ramillete de pequeñas urbes en donde cada calle, cada recoveco ofrece una sorpresa al viajero: una vista espléndida, un gato sobre el terrao, el encuentro fortuito con algún campesino que viene de su huerta, el golpeo rítmico de las tejedoras, el bullicio tranquilo de bares y terrazas, el sonido del agua que desciende…

La tahá de Poqueyra

En el mirador de la Junta de los ríos se alzan todavía, sobre un escarpe rocoso, los restos de las murallas del castillo de Poqueyra. Antiguo hisn y atalaya de la vieja tahá de Poqueyra que ocupa un lugar privilegiado desde el que se tiene una amplia panorámica. Y que justifica su situación estratégica porque domina un amplio valle, la confluencia de los ríos Poqueira y Trevélez y las sierras circundantes. Los muros de tapial y el gran aljibe cuadrangular quedan como testigos mudos de la importancia de este lugar que, por lo general, pasa inadvertido a la mayoría de los visitantes, tal vez por falta de señalización.

La tahá de Poqueyra estuvo formada por los tres núcleos conocidos más las desaparecidas alquerías de Alguastar y Beniodmín, lugares de cierta importancia que contaban incluso con mezquita pero que fueron abandonados tras la huída de los moriscos. Familias castellanas, leonesas y gallegas repoblaron toda la zona en la época de Felipe II, hecho éste que sigue suscitando polémicos equívocos sobre la controvertida etimología de estos pueblos, con esa terminación de sonoridad galaica en -eira. Nada más lejos de la realidad, hay que insistir, ya que los vocablos son mucho anteriores, de la etapa mozárabe, y vienen a describir la tierra de vides y pámpanos (pampinarius), de bueyes (bos-bovis) y el lugar que está en todo lo alto, a la cabeza del valle (capillaria)

El turismo

Si hay en la Alpujarra una zona en donde el turismo ha alcanzado cotas importantes para el desarrollo de sus pueblos, ésa es el barranco del Poqueira. Hace ya 20 años que la gente dejó de llamar a los bares para conseguir una casa en donde pasar el fin de semana o las vacaciones. Actualmente los tres pueblos del barranco -la oferta de Carataunas y Soportújar es más reducida aún- acogen una amplia oferta de alojamientos de todo tipo pero sobre todo casas rurales, de cuidada estética y mucha comodidad. Bares, restaurantes, verdaderas tiendas de artesanía de cuero, calzado o tejidos, tiendas de recuerdos, salas de exposiciones, sitios de copas y demás establecimiento turísticos conforman la oferta del Barranco.

 

Otro aspecto interesante es la existencia de varios puntos de información, uno en Capileira y otro en Pampaneira que ofrece además la posibilidad de instruirse sobre la historia y los aspectos etnográficos de la comarca. Este centro de información presenta una serie de paneles, maquetas, objetos auténticos e informaciones diversas muy útiles sobre el hábitat alpujarreño, la geografía y las actividades tradicionales. Y asimismo se pueden visitar dos muesos etnográficos interesantes, uno en Bubión y el otro en Capileira para saber más sobre la vida de los alpujarreños en épocas pasadas.

 

Es el caso del Museo alpujarreño de arte y costumbres populares Pedro Antonio de Alarcón en Capileira. Fundado en 1972 con motivo del centenario del viaje a la Alpujarra de este escritor – ¡que nunca estuvo en Capileira, por cierto! – es la mejor manera de ver una casa típica por dentro, ver los techos de vigas de castaño y pizarra y disfrutar además de todo lo expuesto: colección de cerámica, útiles domésticos, aperos, litografías, muebles antiguos…

El castaño del telar

Basta con echar un vistazo pero, por si hubiera dudas, ya en el siglo XVII destacaban varios autores la fertilidad y abundancia de la vegetación del barranco con numerosos morales, moreras, manzanos, perales y principalmente castaños de tal manera que se cuenta esto: “…y son los castaños tan grandes que en el lugar de Bubión había uno donde una mujer tenía puesto un telar para tejer lienzo a la sombra de sus ramas, que, siendo tan espesas, la defendían del agua cuando llovía y en el hueco del pie tenía su habitación con sus hijos y cuando el comendador mayor de Castilla en su campo en las Alpuxarras, estando en aquel lugar, se albergaron en el hueco de aquel castaño seis escuderos con sus caballos y después le pusieron fuego.” Y según las crónicas tardó dos semanas en consumirse ¡Qué lástima de castaño!

Agua y verdor

Estampas cautivadoras en la Alpujarra hay muchas pero la del Barranco de Poqueira ocupa un lugar señero. Porque si algo le caracteriza es el marco natural que conforman, con profusión de vegetación, las arboledas y las huertas cultivadas. Cualquier época es ideal para conocer la zona: en otoño cuando hay un auténtico festival multicolor en las hojas cambiantes de las especies caducifolias, sobre todo castaños cuya recogida de frutos se celebra en la zona con la tradicional fiesta de la Mauraca; en invierno cuando la nieve pinta las altas cumbres y se deja ver, al menos un par de días, sobre los pueblos del Barranco; en primavera cuando el río baja caudaloso del deshielo y despierta la savia de la floresta; e incluso en verano al dejar la nieve el paso libre hacia las cumbres de Sierra Nevada para disfrute de los montañeros.

 

Las especies vegetales de alta montaña como encinas, robles y castaños dominan las lomas y los húmedos barrancos pero este bosque primitivo también ha sido modificado durante siglos por el hombre. En las partes altas de la sierra existen algunos importantes bosques de repoblación de pinos. Es el caso de la cuenca alta del río Chico en donde se llevaron a cabo en las primeras décadas del siglo XX trabajos de contención y reforestación para evitar las continuas avenidas de agua y barro que ponían en peligro la vega de Órgiva. Y así parajes como el de Puente Palo, entre Cáñar y Soportújar, se han convertido en auténticos pulmones de verdor muy recomendables y necesarios, sobre todo, para aliviarse en los largos y calurosos días de verano.

 

Otro de los elementos diferenciadores de la zona es el conjunto de huertas aterrazadas, un ingenioso paisaje rural formado por bancales centenarios en donde se siembran hortalizas y abundan los frutales como cerezos, castaños y nogales. Todo este paisaje, que llega hasta los 2000 metros de altitud y se encuentra ‘moteado’ por pequeños cortijos rurales es posible gracias al sistema de acequias que se nutren del río Poqueira y de sus helados afluentes de montaña. Un sistema tradicional, antiquísimo, que aporta agua desde las alturas de Sierra Nevada y convierte todo este espacio natural en un vergel como reflejan las crónicas históricas: “…y tiene mucha copia de manantiales, por lo cual está todo poblado de hermosas huertas y fecundas viñas, tiene buenos pastos para los ganados en tiempo de verano y la tierra es fecunda…”

 

El Barranco ofrece una amplia red de senderos para todos los gustos y capacidades físicas y técnicas. Desde la simple excursión por los alrededores de estos pueblos hasta la ascensión a las cumbres de Sierra Nevada. Los tres pueblos están enlazados por veredas tradicionales, atravesando sus bancales y huertos. Desde Pampaneira se puede iniciar esta caminata, la más recomendable para impregnarse de todo el paisaje y la cultura del Barranco. O, si se quiere, optar por la vereda que va desde Bubión hasta los pueblos de La Tahá a través de un bello camino o cualquier otro pequeño recorrido que describen las guías de excursionismo o los folletos locales.