En el típico barrio del Albaycín, encontramos el aljibe de San Cristóbal, cuya singularidad estriba en que está enterrado a 6,5 metros con respecto al nivel del suelo. Por ello impresiona su brocal hundido en el fondo de un foso, al que se accede por una escalera descendente.
Este soterramiento no es caprichoso, sino la solución para dotar de agua a la mezquita que aquí se levantaba a partir de la acequia de Aynadamar, cuyo punto más cercano estaba frente a la casa de los Mascarones, situada a más de 100 metros de dicha mezquita y –esto es lo singular- a una cota inferior. Por tanto, era necesario hundir la cisterna hasta un nivel adecuado y hacer una canalización subterránea con suficiente escorrentía como para salvar el desnivel, toda una obra de ingeniería que debió exigir buenos conocimientos de hidráulica en materia de nivelación. La mina es transitable hasta el estrechamiento moderno ejecutado bajo la actual carretera de Murcia.
Todo este esfuerzo y laboriosidad demuestra la importancia simbólica que tenía el agua, y por tanto los aljibes, en las mezquitas u oratorios islámicos. La notable obra de su portada, a pesar de su poca representación por estar hundido, también nos habla de este carácter, enfatizando una construcción que trasciende su importancia mucho más allá de lo meramente utilitario.