Calma, sosiego, paz. Es lo que reina la mayor parte del año en uno de los lugares privilegiados de la capital granadina como es la Abadía del Sacromonte. Este entorno de culto y de peregrinación, es, además, un magnífico mirador desde el que se puede contemplar la Alhambra, la ciudad cristiana, el Albaicín y el resto del monte Valparaíso donde los granadinos visitan a su patrón, San Cecilio.
El Sacromonte y su Abadía son fundamentales en la historia de Granada y para comprender alguna de sus cosas. Es un referente. Un espacio con encanto, con duende, todo ello reflejado en la Abadía desde su propia entrada hasta en la singular la ruta por las Santas Cuevas repletas de símbolos y peticiones.
La historia de la Abadía del Sacromonte y su legado es muy larga y está llena de idas y venidas y de voces discordantes. Sin lugar a dudas se caracteriza por ser el lugar donde, en el siglo XVII, se encontraron unas placas de plomo, los libros plúmbeos, que relataban el martirio de San Cecilio, San Tesifón y San Hiscio. Hay varias versiones al respecto.
Tras un largo proceso y declararse primero como falsas, las reliquias son admitidas como auténticas. El arzobispo de Granada Pedro de Castro, funda en 1607 esta iglesia colegial dedicada a San Cecilio para culto a los mártires. Las Santas Cuevas se convierten en un espacio de rituales que ha perdurado hasta nuestros días y la Abadía ha ido acumulando un rico patrimonio artístico y bibliográfico.
Una riqueza que se puede contemplar a través de las visitas guiadas que organiza el monumento. Eso sí, a todos los rincones no se puede entrar. Un patio, que en su día diera paso a la Facultad y al colegio de enseñanzase, es lo primero que se ve ahora cuando se accede al recinto monumental. Tras atravesar grandes puertas -por tamaño y riqueza artística-, se llega al museo, que se ubica en la antigua zona dedicada a la clausura, en su planta baja. En ese espacio está muy bien representada la imaginería barroca granadina, así como la pintura y la orfebrería.
La Abadía cuenta con un increíble patrimonio, en el museo se pueden ver joyas como la tabla flamenca de la Virgen de la Rosa -Gerard David-, el Ángel de la Guarda y los tres arcángeles de Risueño, varias imágenes de La Inmaculada, una de la escuela de Alonso Cano; así como un bonito San Bruno de Risueño.
En las salas del museo también está expuesta la Plataforma de Vico, el plano más antiguo de la ciudad de Granada. La colección de grabados del siglo XVII que guarda la Abadía es única. Lo mismo que los libros plúmbeos que son únicos, que también están en este recinto abad, y que en la visita guiada tienen la oportunidad de escuchar las diferentes versiones que existen sobre ellos. El museo y la sala capitular están juntos. La biblioteca cuenta con un fondo muy rico en el que destacan la colección de incunables y manuscritos.
La sacristía es otra de las referencias del monumento, un espacio en el que se puede contemplar más arte y donde aún se conserva una mesa traída del Perú regalo del padre de don Pedro de Castro. En la iglesia de estructura sencilla, pero enriquecida por los muchos elementos decorativos que tiene, en el retablo barroco está la imagen de alguno de los mártires y las reliquias, que se exponen al público durante la celebración del patrón allá por el mes de febrero. Dice la tradición que hubo once mártires que fueron abrasados con cal en las cuevas. En el retablo hay imágenes de varios de ellos. Destacan el de San Hiscio y San Cecilio. También se puede ver la imagen del Cristo del Consuelo (de los Gitanos) y de María Santísima del Sacromonte.
En la Capilla Mayor destaca su retablo que cubre todo su testero, adaptándose a su forma semicircular. Atribuido a Blas Moreno (1743), es de un solo cuerpo y tres calles separadas por estípites -elemento sustentante característico de los retablos del s. XVIII-. Esta iglesia está repleta de detalles.
Si estos son tesoros apreciados en la Abadía, la capilla bautismal es la antesala a un lugar aún más especial -de los que se puede visitar ahora-, que no es otro que las conocidas popularmente como catacumbas. En la entrada hay unas singulares imágenes de cera, que son un regalo llegado desde Roma.
La gruta es estrecha y con techos bajos. La primera de las capillas que se descubre es la de la Dolorosa -siglo XIX-, después se encuentra la de San Hiscio y seguidamente el horno de San Cecilio -del original sólo quedan los techos-. En la capilla de piedra es en la única que hay luz natural. Es muy bonita. En la antigua capilla del Cristo del Consuelo -ahora en la iglesia- se ha desarrollado una curiosa creencia. Hay una piedra que dicen que quien la bese el domingo -el día del patrón- se casa en un año. Más adelante hay otra piedra para "descasarse", ésta como su nombre indica tiene el efecto contrario a la de la capilla del Cristo del Consuelo.
Hasta aquí llega la parte que se puede visitar y que es de una gran riqueza artística. Se hace todo el tiempo acompañada de una guía que explica todas y cada una de las cosas que se ven y las que no se ven. A pesar de esta riqueza no es raro que no haya mucha gente por lo que la visita se hace con la guía explicando prácticamente a una o dos persona, un privilegio más en este magnífico marco.
Las afueras de la Abadía, desde donde se observan algunas estancias que necesitan reparos, son otro lugar perfecto para relajarse, para contemplar Granada.
El acceso se puede realizar bien por el Camino del Sacromonte, que se inicia en el Peso de la Harina, situado en la mitad de la Cuesta del Chapiz, o bien por el Camino de San Antonio partiendo de Haza Grande.
Un poco de historia: Conjunto de instalaciones de los siglos XVII-XIX conserva un gran patrimonio artístico y bibliográfico. Está situada en la cumbre del monte Valparaíso. En el s. XVII, se encontraron unas placas de plomo (Los libros plúmbeos) que relataban el martirio de San Cecilio, San Tesifón y San Hiscio.
Horario de visitas: De martes a sábado de 11.00 a 13.00 y de 16.00 a 18.00 y los domingos hay pases a las 11.00 y las 13.00 horas. Los lunes está cerrada. Cuesta 3 euros.