Como no podía ser de otra forma, la visita al Albayzín la empezamos desde un mirador. Éste de San Cristóbal se formalizó hacia 1930, cuando se trazó la carretera de Murcia, que seccionó hacia el oeste una parte del antiguo Albayzín.
El primer sector urbano de la ciudad zirí se origino en el Albayzín, y ello podemos leerlo en la muralla de la Alhacaba de 350 metros de longitud y 24 torres, recientemente restaurada y librada de adherencias vegetales. Este magnífico lienzo que se abre a nuestros ojos, es la cerca que cerraría la ciudad más primitiva desde la puerta de Monaita hasta la de las Pesas.
Haciendo un ejercicio de imaginación, podemos percibir la ciudad del siglo XI y XII. Para ello, desnudemos de caserío todo lo que quedaría desde la muralla hacia dónde estamos y convirtamos la cuesta de la Alhacaba en un barranco con su orografía pura. La ciudad se apiñaría con sus pequeñas casas desde la muralla hacia el este, donde estaría el palacio de Badis, probablemente en el solar que hoy ocupa el palacio de Dar-al-Horra, que desde aquí nos enseña su fachada y ajimeces. Otro lienzo, hoy desparecido, iría desde la puerta de Monaita hasta la de Elvira.
Hemos de matizar que la muralla que observamos no es las más antigua que se levantó a lo largo de la cuesta de la Alhacaba. La interpretación arqueológica está demostrando que detrás de ella existió otra más primitiva de la cual quedan importantes vestigios.
El punto en el que estamos nos permite también visualizar empíricamente el tránsito de los habitantes de Elvira hasta el Albayzín y comparar el emplazamiento de la entidad urbana que se abandonaba y el de la que nuevamente se originaba. Para ello, basta volver la mirada hacia el oeste y contemplar a lo lejos la sierra de Elvira a cuyo pie se levantó la ciudad califal, hoy en pleno proceso de excavación arqueológica. Es evidente que el emplazamiento de la nueva ciudad y su estratégica situación sobre una feraz vega, superarían con creces a la antigua capital de la cora califal.
Al margen de bucear en este crucial momento histórico, el mirador nos permite apreciar claramente la concepción urbana de Granada: por un lado la ciudad alta, representada por el Albayzín, y por otro, la ciudad baja del llano que, dicho sea de paso, también se empezó a ocupar en la misma época zirí, como lo demuestra el hecho de que la Mezquita Mayor, del siglo XI, se levantara en lo que hoy es la Catedral e iglesia del Sagrario. Más hacia el este, el imponente espectáculo de la Alhambra nazarí, enmarcada por el gran telón de fondo de Sierra Nevada.
Plaza de San Cristóbal
Cruzando la carretera de Murcia, accedemos a la plaza de San Cristóbal que ocupa el lugar de lo que en época islámica fue la Xarea o explanada, un espacio donde los hispanomusulmanes hacían grandes celebraciones al aire libre, lo cual no impidió que aquí hubiese una mezquita, sustituida desde 1501 por la iglesia actual. La plaza es irregular y permanentemente ocupada por automóviles, esos invasores de nuestro tiempo que tanto descontextualizan los cascos históricos, pero merece la pena acercarse a ella por dos de sus arquitecturas históricas: la iglesia y aljibe de San Cristóbal.
El templo, actualmente custodiada por la cofradía de la Virgen de la Estrella, pertenece a la primera generación de iglesias albaicineras, enmarcadas dentro del estilo gótico con técnica mudéjar. Por ello sus bóvedas interiores son de crucería, salvo la zona del altar mayor, levantada a mediados del siglo XVI y cuya armadura ochavada revela ya el apogeo constructivo del mudéjar granadino.
Debido a las limitaciones que hay para visitarla, nos vamos a fijar más en su exterior. Es una sobria fábrica de ladrillo y mampuestos de piedra, en la que se abre una sencilla portada ojival con doble rosca de ladrillo y rematada en hornacina con la imagen del santo titular. La torre es un prisma de ladrillo, horadado por una de sus caras por las ventanas abocinadas que dan luz a sus pisos interiores. Originalmente era de gran elevación y lucía un agudo chapitel, con gran impacto visual sobre la ciudad, que fue cercenado por un rayo en 1577. El campanario, finalmente demolido, fue sustituido en 1804 por el tejado chato que hoy la cubre.
Pero sin duda la estrella de este lugar es el aljibe de San Cristobal, cuya singularidad estriba en que está enterrado a 6,5 metros con respecto al nivel del suelo. Por ello impresiona su brocal hundido en el fondo de un foso, al que se accede por una escalera descendente.
Este soterramiento no es caprichoso, sino la solución para dotar de agua a la mezquita que aquí se levantaba a partir de la acequia de Aynadamar, cuyo punto más cercano estaba frente a la casa de los Mascarones, situada a más de 100 metros de dicha mezquita y –esto es lo singular- a una cota inferior. Por tanto, era necesario hundir la cisterna hasta un nivel adecuado y hacer una canalización subterránea con suficiente escorrentía como para salvar el desnivel, toda una obra de ingeniería que debió exigir buenos conocimientos de hidráulica en materia de nivelación. La mina es transitable hasta el estrechamiento moderno ejecutado bajo la actual carretera de Murcia.
Todo este esfuerzo y laboriosidad demuestra la importancia simbólica que tenía el agua, y por tanto los aljibes, en las mezquitas u oratorios islámicos. La notable obra de su portada, a pesar de su poca representación por estar hundido, también nos habla de este carácter, enfatizando una construcción que trasciende su importancia mucho más allá de lo meramente utilitario.