Los vecinos de Sorvilán tienen la sana costumbre de pasearse de una casa a otra del pueblo catando los mostos de cada uno y, además, son de los que gustan de comer bien y no llevar mucha prisa. No padecen de estrés. Tranquilidad, mar, buenos manjares, ricos mostos… es una apetecible receta para pasar un fin de semana alejados del mundanal ruido y rodeados de abundantes almendros.
Sorvilán se levanta con la mirada hacia el mar en la Alpujarra baja, en el corazón de la Contraviesa, en la denominada Taha de Cehel o Sahil durante el siglo XVI. El término municipal, del que forman parte anejos como Alfornón, Los Yesos y Melicena, limita al norte con Torvizcón, al este con Albuñol y Albondón, al sur con el mar Mediterráneo, y al oeste con Polopos. Durante el fin de semana también se puede hacer una escapadita a estos pueblos.
Después de un recorrido por sus viñedos y almendros, el viajero puede aprovechar su estancia en este pequeño pueblo para hacer una excursión al paraje conocido como el Castillejo del Madroño. Lo aconsejable es partir del núcleo del Sorvilán y dirigirse hacia la Rambla del Chaparral a través de un sendero conocido como ‘Cuesta del tío Rey’. Después hay que avanzar hasta adentrarse en el barranco del Madroño.
El primer trayecto es fácil, pero conforme se va avanzando el camino se complica debido al encajonamiento del barranco, aunque el paisaje es cada vez más impresionante. Después de más de tres horas de camino se llega al castillejo. La cerámica que se ha encontrado está fechada en varias épocas. Una vez de vuelta al pueblo se puede comer en el bar ‘Rincón del choto’ o en ‘El mirador’. El choto -guisado de diferentes maneras- es muy famoso.
El tonelero
En las escapadas a Melicena hay que ir a su torre, que está a unos 100 metros de altura, entre el barranco de los Cocones y del Saltadero. La subida es pronunciada.
En Alfornón hay que fijarse en su molino y preguntar por el único tonelero de la Alpujarra: Antonio, para que nos cuente cómo trabaja y alguna leyenda bonita del pueblo.