De Válor a Mecina de Bombarón
El histórico sendero que va de Válor a Yégen sigue el antiguo Camino Real que unía Almería con Granada. El camino parte junto a la Ermita de Nuestra Señora de Lourdes y continua hasta el legendario Puente de la Tableta, de origen andalusí, y situado sobre el Río Válor. De él ya nos hablaba Pedro Antonio de Alarcón en su libro “La Alpujarra”, en su viaje de 1874 cuando entraba en Válor: “Para llegar a la población y a sus cuatro barrios (llamados el Portel, la Jarea, Cohijar y Cantarranas) hay que pasar un hondo torrente que corta el camino, y que es la defensa natural de Válor, origen de su importancia en la guerra del siglo XVI como punto estratégico. Sobre aquella cortadura existe un puente peraltado de forma árabe, de un solo ojo, levemente apuntado a la manera de ojiva, como los del llano de Tetuán”.
Tras atravesar el puente podemos bajar hasta el cauce del río para contemplar el puente y disfrutar de la fuente de “agua agria”. A partir de aquí continuamos el camino por bellos parajes, cruzamos el Barranco de Los Morciguillos y, llegamos a la pista asfaltada que viene de la carretera principal, hasta llegar al paraje de Cuesta Viñas.
Gerald Brenan nos hace un poco de historia de este lugar en su libro “Al Sur de Granada”: “En la Cuesta de Viñas, al este de la aldea, habrá habido durante la época mora una gran concentración de casas – lo que se denominaría un lugar- pero habrá desaparecido sin dejar rastro”. Brenan se refería al barrio de “Viñas”, que existió en este lugar durante la dominación musulmana.
Tras cruzar el barranco, nos encontramos con varias fuentes de “agua agria” con la peculiaridad de que cada fuente proporciona un agua con un sabor distinto. Estas aguas agrias son ricas en ácido carbónico y en hierro, lo que les da unas cualidades medicinales, especialmente digestivas y como reconstituyente anémico.
Continuamos arroyo arriba por la Rambla de Viñas, repoblada por encima de las fuentes con árboles de sombra, para enseguida tomar a la izquierda una vereda que cruzará un par de acequias, algunos moreros y caquis, pero sobretodo muchos majoletos, olivos, almeces, granados, almendros, higueras y chumberas. Después de dejar un cortijo a la derecha, al cruzar el barranco que le acompaña entre los juncos y las zarzas, pasaremos por hermosos castaños. Debajo se divisan unos grandes chopos blancos. Puede sorprendernos el ver salir entre el arbolado alguna paloma torcaz.
Atravesamos una zona de bancales y paratas y nos adentramos en un pequeño barranco para subirlo bajo la sombra de las higueras hasta la carretera. La cruzamos para volver a ella a la izquierda después de pasar una curva.
Desde aquí ya se ve Yégen a un kilómetro. Recorremos por la carretera 200 mts, hasta cruzar el Barranco del Quegigal, aquí tomamos a la izquierda una vereda que discurre bajo la carretera y nos lleva entre huertas al núcleo urbano.
Yégen es conocido internacionalmente gracias al escritor británico Gerald Brenan. El hispanista se afincó en este pueblo tras recorrer parte de la Alpujarra, e hizo un estudio antropológico y cultural excelente. Yégen es un lugar en el que se puede disfrutar por sus calles observando su conservada arquitectura popular. Desde el barrio de arriba bajaremos, pasando, debajo de la fuente de los tres caños, por la casa donde vivió Gerald Brenan ” por espacio de siete años”, como nos indica la placa colocada en su fachada.
En el barrio mas bajo del pueblo cruzaremos por la plaza del ayuntamiento, donde se sitúa su Iglesia, para llegar a la plaza de la Ermita con su fuente hexagonal en medio. De ella sale un camino entre huertas y olivos que nos llevará al cementerio del pueblo, y desde aquí una pista de tierra nos conducirá a la cortijada de Montenegro. Lomas, ramblas y cárcavas se entrecruzan cubriendo todo lo que vemos hacia el sur hasta perderse en el fondo de la Contraviesa. Esta sierra está coronada por el Cerrajón de Murtas y, a sus pies, divisamos el pueblo de Jorairátar.
Dejamos por la pista los desvíos que nos encontramos a la izquierda y cruzaremos el barranco de los Quiebros. Se reconoce porque bajo una higuera tiene unos pequeños bancos de obra. Si nos adentramos un poco en él, beberemos de un hermoso nacimiento: el Salto del Gitano. La pista pasa por restos de una yesera y nos introduce en Montenegro, una cortijada rodeada de olivos.
El caserío, semiabandonado, lo componen una Ermita moderna, un cortijo grande sobre un cerro y varios cortijos diseminados. Junto a la acequia, una flecha de indicación nos avisa que tenemos que dejar la pista que traemos y tomar una vereda que sale a la derecha. En este lugar ya se divisan las casas de la población a la que nos dirigimos: Golco. La acequia que en un principio acompaña la vereda nace de la fuente de Montenegro que es un hermoso chorro de agua que emana entre las rocas. Al salir de todo este arbolado que alimenta la fuente, pasamos por los pies del cortijo Miguel, corral con la base de piedra y encima construido de ladrillo y bloques. Tomamos la vereda de abajo que es la que va por el camino del Fresnillo y nos lleva a la vertiente del río Mecina. La loma de enfrente se encuentra cubierta de vegetación y poblada con dos núcleos: El Golco y Mecina Bombarón.
Al llegar al río nos acercamos a la parte alta de la chopera porque allí junto a unas mimbres suele estar el puente. Tras cruzarlo descendemos unos metros para subir enfrente sobre una vereda empedrada al principio, en la que se muestra lo que era esta calzada. Enseguida salimos a una pista que la dejamos para seguir a la derecha por un camino tradicional: La vereda, que sale junto a unas pitas, pasa por la era de Golco Baja y tras subir por la Cuesta de Golco desemboca en la pista, esta de color grisáceo azulado al atravesar por una zona de launa.
Antes de llegar a Golco una fuente a cada lado del camino nos aliviará el haber subido desde el río en un Km, 150 m de desnivel.. La plaza de Golco está sombreada por una hermosa catalpa y regida por una de las más antiguas Iglesias de la zona.
El camino que nos une a Mecina Bombarón lo tomamos unos metros antes de esta plaza por un carril cementado. Este lo dejamos a la derecha en su primera curva y seguimos por una vereda repleta de vegetación y refrescada por una acequia hasta adentrarnos en el pueblo de Mecina Bombarón, famoso por sus cultivos de habichuelas y sus exquisitas manzanas de invierno.