El Paseo de los Tristes constituye la airosa salida con que se remata la Carrera del Darro y, junto a ella, conforma uno de los espacios urbanos más sugestivos de la ciudad. Su configuración es totalmente cristiana, siendo un ejemplo excepcional de una afortunada remodelación del espacio original que existió en la Granada Nazarí.
En esta época era un área periurbana de la ciudad en que había murallas, puertas y enlaces entre ellas, pues confluían los extremos del arrabal de los Axares, el de Albaida y la salida hacía Guadix -y por tanto a campo abierto- a través de la puerta homónima. Todo una compleja trama muraria no resuelta totalmente por la investigación arqueológica, pero de la que quedan numerosos testimonios como el muro de contención del patio del centro Bermúdez de Castro, que no es sino la vieja muralla oculta por una gruesa capa de enfoscado.
El Paseo a lo largo del tiempo
Tras la conquista se fue formalizando la explanada tras los consiguientes derribos, pero al igual que la Carrera de Darro, su diseño significativo no llegaría hasta comienzos del siglo XVII, propiciado por el auge que tomó el Sacromonte como centro ritual y ceremonial de la Contrarreforma.
El Paseo, más que un punto de paso de las procesiones, era la antesala de la Vía Sacra que se iniciaba en la placeta del Peso de la Harina y llegaba a Valparaíso. Era por tanto punto de concentración ritual de las gentes, que unido a sus buenísimas condiciones ambientales pronto propicio que el lugar fuese también un espacio de esparcimiento y paseo, que ocasionalmente funcionaba como plaza donde se celebraban corridas de toros y juegos de cañas.
La necesidad de dignificarlo obligó a demoler la muralla y puerta y a construir un pretil sobre el río, sobre el que se montaba un andamiaje desde donde el público contemplaba los espectáculos. La actual fuente, aunque tuvo una inscripción en su fuste en que figuraba la fecha de 1609, es muy posterior a aquel año. En definitiva, durante el siglo XVII y el venidero, el carácter señorial del Paseo de los Tristes, unido a las nuevas funciones que adquirió, determinó que la zona experimentara un importante auge.
En el siglo XIX se urbaniza la ciudad baja y las preferencias de la ciudadanía se desplazan hacia los Paseos del Genil, pero este lugar se convierte entonces en la constatación de la Granada Romántica, en la Granada de la ensoñación, que es recreada en numerosas obras pictóricas. La de los viajeros que se embelesan con la visión fantástica de la Alhambra que desde aquí se percibe; el itinerario en definitiva que lleva a la Granada de los gitanos y que Ganivet pasea para alcanzar con sus tertulianos las fuentes del Avellano.
El paseo en la actualidad
Con la reordenación del trafico, la nueva ambientación conseguida con la remodelación del pavimento, la replantación de árboles y la expulsión de los automóviles que, durante largo tiempo, han devaluado el lugar, el paseo revalida su valor como espacio para el recreo y donde se recibe, en las tórridas noches de verano, la gratificante brisa que baja por el valle del Darro. En él se han instalado numerosas terrazas comerciales y, tal vez, animados por este acicate añadido, el paseo es para muchos ciudadanos la feliz meta de un relajante paseo que se inicia en Plaza Nueva.
Junto a estas cualificaciones ambientales y climáticas, hay que quedarse también con otro de sus grandes atractivos: la imponente imagen de la Alhambra, con la torre de Comares al frente emergiendo de la frondosidad del bosque de San Pedro, una estampa que se acerca mucho a la que ofrecía en época nazarí y que durante la noche se ofrece más sublime y altiva gracias al impacto conseguido por su iluminación artificial.
No se puede decir lo mismo con las fachadas perimetrales de su flanco oeste, llamadas por algunos “espejo negro de la Alhambra”, donde edificios de considerable altura, de ladrillo visto moderno de dudoso gusto arquitectónico, han suplantado a posibles fachadas solariegas, como la vivienda que forma esquina con la calle Horno del Oro, que aún conserva portada adintelada y heráldica señorial.