Para llegar a Jérez hay que coger la autovía hacia Murcia-Almería, abandonarla en cuanto nos aparezcan la señales del desvío a Guadix, atravesar Guadix y a poco de abandonar esta población, encontramos la señal de desvío a la derecha para la carretera comarcal del marquesado, que nos va a subir al altiplano. En el llano del Cenete nos encontraremos pronto, a la izquierda, con Albuñán, poco después Cogollos, a la derecha, y rápidamente estamos en Jérez.
Situado a 14 km de Guadix es un “un jardín florido al pie de la sierra”. Su entramado urbano es uno de los más interesantes de la comarca. Visto desde el aire el caserío de Jérez semeja un triángulo, con el vértice principal, barrio del Cerrillo, señalando el Picón, el lado izquierdo alineado sobre la cornisa del barranco, el lado derecho y la base abriéndose a la vega. Bastante bien conservado, es una joya de arquitectura rural, compuesto de casas blancas, balcones, tinaos, tejados rojos de teja árabe, plazas y placetas con fuentes que enlazan calles de anchura desigual, a veces muy estrechas. Todo el conjunto está organizado para que los lugareños realicen sus actividades económicas en la sierra, en el barranco y en la vega.
Nuestra propuesta de paseo comienza en la Plaza de la Constitución, popularmente conocida como “la plaza”. Una fuente en el centro nos invita a iniciar la que promete ser una exquisita relación con las frescas aguas de la Sierra. Nos dejamos caer hacia un lateral y bajamos hasta un lindo mirador recientemente construido por el ayuntamiento. Hay una interesante vista sobre el barranco y las torres del “Huerto el Castillejo” y de Alcázar.
Si giramos a la izquierda veremos las fachadas sureñas de algunas casas con las técnicas constructivas más antiguas del Marquesado. Abandonamos el mirador y bajamos por la calle Iglesia, a la derecha se descuelgan unos cortos y estrechos callejones que buscan rápidamente el barranco, atentos a la impresionante visión que hay en uno de ellos de la torre de Alcázar. Aproximadamente entre los números 14 y 20 se encuentran los escasos restos que quedan del baño árabe, embutidos en las casas, irracionalmente destruido en época moderna, constaba en los años sesenta de una sala completa de mampostería de pizarra y bóveda de medio cañón correspondiente al vestuario y restos de la sala fría, en esta época funcionaba una fragua en el mismo que visitábamos a menudo los niños del barrio.
Más adelante, a la izquierda, tras un portón verde, que hoy es metálico, la casa de Rosetas, posee una gigantesca tinaja utilizada por su propietario para almacenar trigo, cebada o “alberjanones”, dos y tres personas cabían en su interior. En la última casa de la derecha vive la señora Angelicas, le podemos plantear que nos enseñe su vieja casona campesina, “la casa de Roscas”, está justo enfrente de su actual vivienda, un modelo extraordinario de casa agrícola castellana. Tras atravesar un portón de madera de grandes dimensiones, preparado para el paso del ganado, entramos en un portal empedrado ante el que se abren a izquierda y derecha diferentes habitaciones y corrales, son las estancias del ganado, almacenes de grano, aperos de labranza y cosechas. Una escalera con barandales de madera nos conduce a las estancias superiores, a partir de una galería en costado en la que se encuentra la cocina y dormitorios, es una maravilla de la arquitectura rural.
Ya estamos en la plaza de la iglesia. A la derecha dos grandes casonas, hoy cerradas, pero también muy interesantes. La primera es conocida como “la casa de Julio Macario”, una interesante “casa de señoricos” dotada interiormente de amplias habitaciones, rica solería y balaustradas, la segunda fue cuartel de la guardia civil hasta cerca de los años 80; a partir de aquí arranca la calle Calahorra o antiguo camino de los mineros, por donde pasaban diariamente, en bicicleta, bestias o simplemente andando, los mineros que iban y venían a las minas de Alquife, hasta su cierre.
Volvemos a refrescar nuestra garganta en la fuente cercana y continuamos itinerario hasta el barrio bajo por la calle Zorrilla, hasta la placeta del Corralón; es ésta cuadrangular y recoleta, con una fuente central, a ella concurren las calles Candil y Miralcázar, las más características del barrio bajo. Por la calle Carnero o Albéniz accedemos al Rutanillo y continuamos andando, pronto se abre a la izquierda la plaza de la Cruz, de estructura rectangular, en uno de sus bajos tuvo su taller el último talabartero de Jérez, Juan de Dios.
Volvemos por la calle Rutanillo, y al acabarse, torcemos a la izquierda por la calle Real hasta el callejón Puerto, aquí nos vamos a detener un poco porque intentaremos ver “la casa Hortalizas”, una exquisita casa con su patio interior de delicado gusto morisco, nos llama la atención su portón de madera, la rica reja labrada a la derecha y la estrechez de la callejuela Todos. Hay en este casco urbano varias callecitas estrechísimas, por las que se pasa a duras penas con los brazos abiertos: El Callejón del Perro, la calle Triste, etc. Todas ellas trasladan al visitante al entramado urbano de la alquería andalusí y lo sumergen en un sueño de olores y sabores plenamente medievales.
Volvemos sobre nuestros pasos a la calle Real, inmediatamente confluiremos con El Rutanillo y, justo en la esquina izquierda hay una casa blasonada con el escudo heráldico de la Casa de Osuna, de bella factura, si conseguimos entrar, nos encontraremos con un patio renacentista de refinado estilo, actualmente su propietaria es Isabel, mujer amable que gustosamente accederá a enseñárnosla.
Continuamos y ya nos abre sus brazos la plaza del Molino, centro social y político de la villa por la presencia del edificio del ayuntamiento.
Al fondo, a la izquierda del Consistorio, observamos un balcón de madera de increíble factura que milagrosamente aún se mantiene intacto. Más a la izquierda volvemos a refrescarnos con el agua de un bello pilar, sin duda el más atractivo del pueblo, y en el que sobre una pileta y frontón de ladrillo visto quedan enmarcadas unas figuras zoomorfas y caballerescas sobre piedra tallada. Más a la izquierda nos encontramos con la fachada del molino harinero del “Mellado”, que estuvo funcionando hasta recientes fechas, movido por la acequia del Canalón, que viene de la calle del mismo nombre y tras alimentar el molino atraviesa la plaza hasta la Balsa y que está pidiendo a gritos su conversión en museo. Hasta el año 2004 se han estado celebrando en esta plaza la tradicional Fiesta de los toros, singular espectáculo que, precedido de un encierro “a lo San Fermín”, son el centro de atracción de toda la comarca.
A partir de aquí tenemos dos opciones, las dos recomendables, dirigirnos por la calle Balsa y visitar la interesante balsa medieval, que regula desde siglos el sistema de riego de la vega o marchar por la calle Puentes, Preciados y Beneficio degustando su exquisita estructura morisca, sus portones, balconadas, ventanucos y rincones hasta la plaza del Carmen, una linda y apacible plazuela en la que la sencillez constructiva, la perspectiva de líneas, y el colorido de sus fachadas conmueven al viajero.
Aquí le volvemos a aconsejar al caminante que se reitere bebiendo agua de la sierra, se pare durante unos minutos y eche a volar su imaginación. ¡Qué belleza y que armonía! ¡Qué sencillez y qué perfección de líneas! Extraordinario reducto de la arquitectura rural.
Continuamos hasta la calle Alcázar, donde visitamos el magnífico torreón musulmán. Se trata de una torre de planta rectangular de 3,80 x 3,65 de lado y 11 metros de alta, construida con mampostería, verdugadas de lajas y algunos sillarejos en las esquinas, tiene viviendas adosadas a sus lados, quedando exenta la fachada que da a la calle Alcázar, sobre la que posee una puerta y su función debió ser, según el profesor Mariano Martín García, la de atalaya; en la terraza superior se colocó una virgen en 1954.
La calle debe su nombre al pago de Alcázar (El ÇaÇar en los documentos del siglo XV), localizado enfrente, al otro lado del barranco, hacia el que está orientada, continuamos hacia abajo y ya hemos llegado de nuevo a la Plaza de la Constitución, punto inicial de nuestro recorrido.