Para llegar a Aldeire podemos acceder por la Autovía Granada-Almería, por la salida de La Calahorra, desde cuya población tomaremos el desvío de la comarcal hasta Aldeire. O bien podemos acceder por la comarcal de Jérez que, tras dejar Lanteira a la derecha, nos lleva a Alquife.
Si llevamos tiempo podemos acercarnos a las minas del Cerro, aunque al patearlo debemos hacerlo con mucho cuidado, o haciéndonos acompañar por un lugareño. Estas minas están activas desde la época del Argar y la montaña está taladrada y ahuecada por doquier. Si aún disponemos de tiempo podemos acercarnos al poblado minero de “Los Pozos”, explotación minera a cielo abierto que se cerró en 1996, que llegó a ser la mina de hierro más importante de España.
El hoy gigantesco lago, fue la explotación a cielo abierto del mineral de hierro que se sacaba con potentes camiones y cintas transportadoras. El poblado es una pequeña ciudad, dotada de calles, iglesia, oficinas, almacenes de maquinaria, casas para los obreros y casas inglesas para ingenieros y ejecutivos.
Volvemos a la carretera comarcal y pronto llegamos a La Calahorra, asentada en su magnífico castillo renacentista de 1512. Inmediatamente nos aparece la señal de la A-4125 que en unos minutos nos mete en Aldeire.
Los primeros datos de la actividad humana se remontan a la época del Argar, así nos lo indican los restos encontrados en el Fuertecillo, Cueva del Demonio y Pago del Gorgo en Benabre. Al igual que en el resto de las poblaciones marquiseñas, son la riqueza minera, el aprovechamiento agrícola de los cursos de agua que bajan de Sierra Nevada y la cercanía al corredor de comunicación Granada-Almería los factores que animan a la ocupación humana.
Paseando por Aldeire
La estructura urbana de Aldeire está conformada por su espacio físico. Pegado a la sierra, son los ríos que bajan de ella, Benéjar y Benabre, los que determinan el hábitat. El río Benéjar conforma una rambla que parte el pueblo en dos. El núcleo principal está a la derecha, a la izquierda, bastante deteriorado, está el barrio de Triana. Un puente construido poco antes de la guerra civil conecta los dos núcleos. El río Benéjar, también llamado de los Molinos, recibe las aguas de los barrancos denominados: de los Tejos, de los Pasillos, Hondo, del Piornar, las Chorreras, prados del Puerto, de los Pasillos, del Aprisco, Zahurdillas, los Colaíllos, etc. El río Benabre recoge las aguas del Barranco de las Minas de don Diego, corrales de Taibilla, los Merenguillos y del Barranco de Hoya cueva. Los dos, Benéjar y Benabre, van a alimentar la Balsa Nueva para posteriormente atravesar el llano con el nombre de Rambla de Benéjar, atravesando las montículos terrosos de las minas para juntarse con la Rambla de Alquife en los denominados Poyiyos de Muley, junto al término de Alcudia.
En la Plaza de la Constitución se encuentra la iglesia parroquial. Ésta experimentó las vicisitudes generales de todo el marquesado: existencia de la mezquita hasta la Conversión de 1500, aprovechamiento posterior de ésta, tras la purificación, para el culto cristiano. Después, la demolición de la fábrica de la mezquita para, sobre su solar o cerca, levantar el correspondiente templo a la usanza de la época.
La unión entre la nave mudéjar y la cúpula barroca del presbiterio se hace a través de tres arcos ochavados. Tiene dos portadas, una al pie del eje principal, y otra lateral, al lado del evangelio. Ambas con ladrillo y labores renacentistas: dobles pilastras, sin capiteles, segundo cuerpo adintelado con hornacina, sin santo actualmente. La torre es de base cuadrada, con dos cuerpos, el segundo achaflanado en sus aristas y rematado por una cúpula sin tejas.
Los restos del baño están junto al lecho del río, por la calle del Rastro. Sigue los esquemas de los baños rurales del Marquesado, salas paralelas y bóvedas de medio cañón de lajas de pizarra o de ladrillo. Solamente se conservan la sala caliente, la templada, las dos pilas de inmersión y un arco que da acceso al horno.
A la derecha de la plaza de la Constitución sale la calle Real, cojámosla y saboreemos lo más exquisito del urbanismo aldeireño. Fijémonos en sus fachadas y puertas, a derecha e izquierda se abren diferentes callejuelas a cual de ellas más interesante. Pronto se nos aparece a la derecha la plaza San Roque donde podemos ver un tinao de magnífica factura.
Más adelante la calle Torres nos recuerda que hasta tiempos modernos existió aquí un resto de muralla, al que estaba adosado una casa y que pudo ser o bien el resto de una torre de alquería o bien un recinto amurallado más amplio. Continuamos por la calle Real hasta la llamada Casa Grande.
Esta magnífica casa fue edificada por Domingo Hidalgo, un gran hacendado, en cuya construcción invirtió un buen capital. Hoy día es propiedad de varios vecinos y se encuentra muy modificada. En una de sus estancias existe un bar de parroquianos, donde podemos entrar, tomarnos una cervecita y entablar alguna conversación sobre el pueblo.