Muchos son los caminos que llevan al lugar al que nos dirigimos, aunque el más utilizado sea el que, desde La Zubia, atravesando sus pinares por cuesta asfaltada que, a costa de perder curvas ha ganado en pendiente, nos lleva a la urbanización de Cumbres Verdes: la más alta –con permiso de Pradollano, que es un barrio- de Granada.
Desde aquí tan sólo tenemos que continuar un poco más, por peor suelo, para llegar a nuestro destino que se nos ofrece, en toda su plenitud, al acabarse los pinos que flanquean la pista que gira a la derecha.
Un paraje sorprendente
Se asemeja este espacio a un gran teatro clásico en el que las gradas, que rodean la llanura en que se sitúan cortijo y fuente, están formadas por picos que rondan o sobrepasan los 1.800 metros. En un primer plano, el más bajo, el Cortijo del Hervidero, rodeado de terrenos de labor en los que se cultiva el cereal. Por encima, de izquierda a derecha: el Huenes; el Cerro del Tamboril; el Pico de la Carne; el Trevenque, el más alto y majestuoso, en la lejanía. Todos ellos amenazando despeñarse en el Arroyo Huenes que los rodea en su camino hacia Monachil.
Frecuentado sobremanera en cualquier época del año, es el lugar preferido, junto con la Sierra de Huétor para que, a poca nieve que caiga, los granadinos acudan a disfrutar de la misma. Igualmente es el punto de partida de innumerables senderistas que, animados por las distintas posibilidades que el lugar ofrece, no dudan, los fines de semana, en dejar sus coches, bien aquí, bien en el mirador del Canal de la Espartera, un poco más arriba y, desde ahí, realizar recorridos circulares que, además de proporcionar el necesario ejercicio físico, nos llevarán por sitios auténticamente espectaculares.
Tras beber agua en la Fuente del Hervidero, cuya salida se encuentra ahora a un nivel más bajo que el primitivo, para asegurar el suministro en tiempo de sequía, volveremos a la carretera por la que llegamos y nos dirigiremos, pista arriba, hasta el mirador del Canal de la Espartera al que accedemos cuando, después de algo más de un kilómetro, en curva a izquierdas, la abandonamos, escasos 50 metros, por camino que sube a derechas.
Justificado está el nombre del lugar ya que veremos que a nuestros pies se encuentra el canal que alimenta la Central de Dílar, el Canal de la Espartera, y las vistas son inmejorables: el Trevenque, de nuevo, a la izquierda y los Alayos, de los que nos separa el cauce del río Dílar, frente a nuestros ojos. Todo ello con el Caballo como telón de fondo. Perdiéndose en el cauce del río, por debajo del canal, la vereda que nos llevaría a la toma del mismo, al Cortijo Rosales y a rodear el Trevenque; por encima de la conducción de agua, la rampa que sube se dirige hasta la cima del rey de la baja montaña granadina.
Coronando la Boca de la Pescá
Una vez aparcado el coche junto al canal, el cómodo carril que se dirige hacia el oeste nos lleva, con preciosas vistas de los Alayos y del valle del Dílar, hasta el Cerro de las Pipas, momento en el que se convierte en vereda que lo rodea por su derecha. Pasado este cerro, en terreno de arenales, propio de esta zona, aparece ante nosotros la Boca de la Pescá y contemplamos Granada, la vega y los pueblos del área metropolitana bajo nosotros: en días claros podremos, incluso, identificar edificios de la capital.
Tras llaneo con ligeras bajadas, cogeremos, en una bifurcación, la vereda que, a la izquierda, sube hacia los pinos que se encuentran en la ladera de la montaña. Al principio el terreno está más suelto y el paisaje más abierto para, en cuanto lleguemos a los pinos -ganamos en sombras y vegetación y perdemos en paisaje-, zigzaguear por piso más duro que se empina hasta la cumbre.
Aproximadamente una hora habremos empleado en llegar a la caseta de vigilancia que hay en la cima, donde comprobaremos que la misma es inaccesible por su cara sur que se desploma en vertical al cauce del río. Merece la pena, no obstante, el esfuerzo realizado, por la magnífica perspectiva que el valle del Dílar y los Alayos nos ofrecen. Una vez hayamos descansado, sentados en el poyo que hay junto al observatorio forestal, bajaremos por el cortafuegos que arranca desde su base, extremando las precauciones a causa de su pendiente. Cuando el citado cortafuegos rellana, es atravesado por una vereda que, hacia la izquierda, nos lleva a la cámara de carga de la Central de Nuestra Señora de las Angustias de Dílar.
Con la silueta de Picacho Alto frente a nosotros, caminamos, escoltados por espartos, aulagas y gayombas, hasta llegar a las instalaciones desde las que el agua del canal de la Espartera, que hemos llevado a nuestro lado, parte, mediante tubería metálica, hacia la central eléctrica, situada debajo de ella. Aparte de las construcciones puramente hidráulicas –depósito de carga, compuertas, aliviadores y canales de descarga para limpieza o evacuación del agua sobrante-, observaremos la casa del encargado de servicios que, hoy deshabitada, amenaza ruina y una preciosa vista de la Silleta.
Nuestra vuelta será por el mismo camino, siguiendo, al llegar al cortafuegos por el que descendimos, de frente, la vereda. Ello nos permitirá rodear la Boca la Pescá, paralelos al canal, por la umbría y entre pinos, hasta llegar al punto en que empezamos la ascensión a su cúspide. Podríamos también, desde la cámara de carga, haber tomado una vereda que nace junto a la casa del encargado y que, en brusca bajada, nos lleva hasta la central y desde allí, por camino ya descrito, hasta Dílar.