Desde la localidad de Alhendín se toma la carretera de Motril y en el puerto del Suspiro del Moro, aparece un desvío a la derecha en dirección Otívar y Almuñécar. Es el inicio de la conocida como "Carretera de la Cabra ", una de las rutas más pintorescas de Andalucía.
Todavía en el término municipal del Padul pasamos por la Venta del Fraile. Hasta principios del siglo XX los arrieros con pescado procedente de las costas de Almuñécar y Málaga, intercambiaban en esta venta algunos de sus productos por el hielo procedente de los neveros de Sierra Nevada, preciso para su conservación. Los arrieros, a través del Barranco de la Burra, llegaban hasta la lonja de Alhendín en donde confluían estas rutas con las procedentes de Motril, realizándose las últimas transacciones previas a la venta en los mercados de Granada.
Poco a poco, después de traspasar el abandonado campamento militar, iremos entrando en un paisaje poblado de pinares y posteriormente de alcornoques y encinas, cambiando también el trazado de la carretera a curvas y toboganes, típicos de una zona de sierra.
Al llegar al desvío de Jayena, tenemos la opción de adentrarnos en esta carretera local hasta Fornes y visitar la Resinera, cuya capilla y escuelas se han convertido en punto de información del Parque Natural de Tejeda, Almijara y Alhama.
Es un paraje singular, junto a la que fuera durante la primera mitad del siglo XX, pujante industria resinera, arruinada por el gran incendio que asoló estas tierras en 1975
De vuelta a la carretera de la Cabra, veremos en el camino un café-bar-refugio, dentro de una poblada masa forestal, así como la venta Marina, y los llanos de la Lopera, donde podemos visitar la Granja Escuela “Huerto Alegre”, en la que tantos escolares granadinos han aprendido a comprender y amar la naturaleza.
Seguimos viendo acercarse por la derecha las Sierras de Almijara y Tejeda, y a la izquierda las de Guájar y el Chaparral. El nombre de Tejeda deriva del elevado número de tejos que en otro tiempo poblaron la sierra. Por su parte, Almijara deriva del nombre árabe "almijar", que significa "escurridero", o también, por deformación de "Sierra de los almijares", en alusión a la abundancia de paseros o almijares que había en las viviendas rurales para secar higos y uvas.
La geomorfología es impactante, dominada por agudas crestas, profundos barrancos y empinadas laderas repletas de veredas y caminillos fascinantes para la práctica del senderismo.
Las Sierras Tejeda y Almijara constituyen un impresionante macizo montañoso situado como barrera geográfica entre las provincias de Málaga y Granada a las que separa mediante su línea de cumbres. Su principal importancia radica en la extensión longitudinal de estos macizos, que conectan las sierras malagueñas con Sierra Nevada y, por tanto, el campo de Gibraltar con el Levante peninsular. Un claro ejemplo de este efecto corredor, ha sido la reciente colonización del territorio por parte de la ardilla común, estableciéndose en menos de tres años de uno a otro extremo de los mencionados macizos montañosos.
Entre llamativos parajes de árboles y roquedos, destaca su avifauna. Es notable la presencia de grandes águilas ( real, perdicera, calzada y culebrera), halcón peregrino y azor, chotacabras, y otras especies de aves entre las que destacan las collalbas (collalba negra, gris y rubia), el roquero rojo, el roquero solitario, la curruca tomillera, el herrerillo capuchino, la paloma torcaz…
Pero sin duda, el animal más conocido en estas sierras, es la cabra montés. El endemismo de la fauna ibérica, que en otro tiempo estuviera al borde de la extinción, se ha multiplicado por diez en los últimos veinticinco años, manteniéndose como uno de los enclaves más importantes de España para una especie emblemática de nuestras serranías.
Entre curvas y contracurvas llegamos a la zona del mirador de la Cabra Montés, donde hay un surtidor de gasolina. El paisaje que se contempla es impresionante. Nos transporta a un mundo olvidado distinto y único en el conjunto del territorio andaluz.
Para las personas aficionadas al senderismo es el momento de hacer un alto en el camino y prepararse para andar. Merece la pena introducirnos en estos parajes misteriosos, acompañados por infinidad de leyendas de contrabandistas, furtivos y maquis que el viento, henchido de romero, satureja y lavándula, susurra incesantemente haciendo crepitar las hojas de los brezos y pinos, encinas y enebros, madroños y torviscos.