Cuenta la leyenda que en la Cueva de los Riscos, junto al más grande de los Baños de Urquízar o Vacamía, hay escondida una vaca de oro custodiada por el espíritu de un fantasma guerrero.
Eso es una leyenda, pero lo cierto es que los Baños de Urquízar merecen una visita, tanto para contemplar el paraje donde se encuentran enclavados, de abundante naturaleza, como para beber de sus aguas, que según los lugareños tienen propiedades curativas y son muy buenas, fundamentalmente, para el riñón.
Los Baños de Urquízar están situados junto a la ribera del río Dúrcal. Desde Dúrcal se accede a los Baños por un camino rural que debe tomarse desde la ermita de San Blas. El nacimiento de aguas termales (unos 25 grados) de naturaleza mineromedicinal consta de dos pequeños estanques.
Dúrcal está a menos de cuarenta kilómetros de la capital granadina, en la carretera que une la costa con la ciudad de la Alhambra. Durante el fin de semana -no más días- además de deleitarse con el paraje de los Baños de Urquízar, se puede descansar, disfrutar de la naturaleza y realizar varias rutas por el pueblo que los árabes llamaron Quasb, vocablo que hace alusión a cultivos de caña de azúcar.
Puente de Lata
Los barrios de Dúrcal se encuentran divididos históricamente en San Blas, la Estación, Bajo Darrón, la Almocita, la Iglesia y la barriada de Marchena. En ellos el viajero va a encontrar herencias religiosas como la iglesia parroquial de la Inmaculada, la ermita de San Blas; vistas impresionantes como las que se pueden ver desde el Puente de Hierro también conocido por algunos como el Puente de Lata o el Pilar de la Plaza, construido en 1866, durante el reinado de Isabel II de Borbón.
El trayecto del río Dúrcal, que nace en pleno corazón de Sierra Nevada, bajo el torcal del Cartujo, está salpicado de numerosas y curiosas edificaciones que demuestran cómo los habitantes de estas tierras han aprovechado a lo largo de la historia el agua. Encontramos yacimientos arqueológicos, el puente de hierro del que hemos hablado antes, una antigua central eléctrica y molinos de agua del siglo XVIII.
Entre ruta y ruta el viajero además de beber agua del manantial de Urquízar puede aprender los secretos del juego del paulo, uno de los más emblemáticos del pueblo.