Caminos reales, puentes, aljibes, molinos, acequias y fuentes forman el gran patrimonio de este municipio cuyas características siguen siendo típicamente moriscas. Entre los primeros, también llamados escarihuelas, destacan los de Busquístar (hasta el Cerro del Conjuro), Panjuila (hacia unos baños), la Mezquita y Fondales; entre los puentes hay que mencionar los de Fondales (llamado romano, aunque podría ser de los siglos XIII a XIV), de Ferreirola o el Pontón de Juan Pérez que es de madera. Merece destacarse entre los aljibes el de Campuzano, del siglo XII, y los numerosos molinos son tanto harineros como de aceite. En cuanto a las acequias, también muy numerosas, siguen en servicio la mayoría de ellas. Las fuentes son ferruginosas y destacan las de Abén Abó, Paula, Aguaagría y del Presídio, algunas de ellas con lavaderos públicos incorporados. No debemos olvidar las ruinas del Castillejo de Poqueira, con un magnifico mirador; la iglesia parroquial de Pitres, dedicada al Cristo de la Expiración, mudéjar, del siglo XVI; la antigua iglesia de Capilerilla, hoy lamentablemente en ruinas; lo que queda del poblado de Aylacar, deshabitado desde hace dos siglos y medio, y restos de unos baños árabes. Peculiaridades La noche de San Antón, en enero, se encienden los tradicionales ñchiscosñ con la quema de gallombas, planta que está seca en esa época, y alrededor de las cuales se pasan unas horas de convivencia y comida colectiva. El primero de noviembre, día de Todos los Santos, se celebra la ñMauracañ o Fiesta de la Castaña, que cada año va quedando más reducida a los colegios y las escuelas de adultos. Se ha perdido casi totalmente la tradición de colocar ramos en las puertas de las muchachas solteras la noche de San Juan, el 24 de junio.
Historia
La zona que ocupa la hoy llamada La Tahá, en la ladera sur de Sierra Nevada, tiene un considerable desnivel que va desde los 600 a los 2.400 metros de altitud. Parece que está habitada desde la época de los romanos y siguió estándolo con los visigodos, las distintas invasiones islámicas y después por los cristianos, aunque tuvo que ser repoblada en buena medida tras la expulsión de los moriscos. En un principio fue La Tahá de Ferreira, pero se desvirtuó su composición al ser entregada en Señorío a El Gran Capitán. El nacimiento de algunos de sus actuales núcleos se produce ya en pleno siglo XVI, y a lo largo de los siguientes siglos va alcanzando notable protagonismo Pitres, hasta el punto de que se cambia el nombre por el de La Tahá de Pitres, aunque más modernamente se quedaría sólo en La Tahá, sin apellidos, para evitar rivalidades.