Sutileza en los aromas, calidez en el buen trato. El Restaurante de comida India Muglia, situado en Casillas del Prats, junto a la placeta de Gracia, es un apasionado enclave en el que el holor a especias junto a la elegancia en su interior, lo presentan como único y excepcional.

Dotado de una atmósfera íntima y apacible, el visitante se deshace en un juego exótico que le trasporta al corazón de ciudades como Madurai o Jaipur. Una década dando que hablar por su buen servicio ha hecho de este ya mítico enclave un reclamo para bocas inquietas. Su gerente, Mirza M.Asghar, un hombre de mirada transparente y afable sonrisa lo define como un reducto en el que el comensal se sentirá como en casa. Con una cocina puramente tradicional de la India, se compone un extenso y variado abanico de exquisiteces dotadas de los mejores productos.

El pollo tandori o tikka mesala, la cebola bhajee o el seekh kebab así como el cordero bhuna, son algunas de sus apetecibles delicatessen a degustar. Sin duda, la comida tradicional india se nutre de especias y arroces, pero hay mucho más allá de los típicos ingredientes. Sólo hay que probar unas sutiles gambas pali revestidas de limón y azúcar agridulce así como el saang pneer, que viene a ser unas espinacas con queso.

Cientos de combinaciones distintas- en ocasiones los platos se componen de una veintena de especias- compuestas con el máximo esmero por sus cocineros. Los postres no se quedan atrás. Los helados de mango o pistacho son sus joyas dulces. Además de la carta, el comensal puede elegir entre el menú degustación diario. Su carta de vinos es básicamente de origen español, siendo su cerveza cobra la singular aportación para otro tipo de buqués.

Impoluto detallismo

Este templo del buen comer da la bienvenida al que se adentra en su interior con la cabeza de un elefante como tributo al dios hindú Ghanesa, símbolo de la inteligencia, nobleza y sensatez. Sus camareros se visten con sus mejores galas, trajes típicos de la India para deleitar al comensal con un juego de texturas y sabores cuanto menos indiferentes. Sin duda, un lugar delicioso y entrañable para una de esas veladas que se guardan en el recuerdo.