AL viajar desde Guadix a Almería para llegar a algunos pueblos alpujarreño, por la antigua carretera, por la carretera de las curvas, hay un monumento que llama la atención desde muy lejos. En lo más alto, en una situación privilegiada del Marquesado del Zenete está el castillo de La Calahorra. Un palacio que a los niños mientras se aproximan en el coche le preguntan a sus padres qué rey vive en él y se quedan impresionados conforme se aproximan; y a los mayores también les impresiona su estado de conservación y grandeza arquitectónica.
El castillo de La Calahorra está levantado sobre la única colina que al pie de Sierra Nevada domina el extenso llano del Marquesado del Zenete. Una situación privilegiada sin ninguna duda, enmarcada en un entorno de una gran belleza también. A pesar de su gran magnitud el castillo-palacio fue construido en tan solo tres años, entre 1509 y 1512. Eso no fue inconveniente para que se convirtiera en un referente y conformara una revolución en la arquitectura española de su época, al ser la primera obra edificada en la península ibérica en estilo renacentista, que por entonces ya se imponía en Italia. También marcó el abandono de la estética gótica imperante en casi toda Europa por entonces.
El castillo, sita en el municipio del mismo nombre, fue declarado monumento nacional. El castillo-palacio pertenece a la Casa del duque del Infantado y, aunque se mantienen sus espacios no estaría más una mayor atención. Según explican desde el Patronato de Turismo, aunque es de propiedad privada, su interior se puede visitar. Eso sí, avisan de que «no sin dificultad y hay que solicitar cita previamente a un encargado que los propietarios tienen en el pueblo de la La Calahorra».
Las panorámicas
Para lo que no hay que pedir cita es para admirar este palacio desde el exterior. A lo lejos o de cerca, hay que mirarlo desde diferentes perspectivas sin perderse las panorámicas desde el propio castillo, el monumento representa robustez y también delicadeza a la vez en determinados detalles. Su exterior, recuerdan los historiadores, no presenta apariencia de castillo medieval. No lo representa porque los baluartes o torres de los ángulos son circulares y no cuadrados como en el medievo. Eso fue debido a las nuevas armas ofensivas del momento de su construcción. Sus muros, cuentan que enrojecidos por al polvo de las minas de Alquife, presentan pocos huecos, destacando los tres que se abren en la planta superior de los lados este, sur y oeste. El aspecto defensivo que presenta el castillo queda roto en el lado oeste, al situarse allí el cuerpo de escalera, apareciendo como alternativa al resto.
Su exterior muestra un edificio de planta rectangular, y en sus cuatro ángulos se alzan sendas torres cubiertas con cupulines. Tiene patio central y dos pisos de alzada. La única puerta de acceso se abre en el muro este, es de pequeñas dimensiones, de arco de medio punto adovelado, y sobre ella se encuentra el escudo de la segunda esposa del marqués del Zenete, María de Fonseca. Así, al adentrarse en el monumento pasada la puerta un pequeño zaguán abierto da acceso a la sala de guardia, en la que una pequeña escalera conduce al patio, que aunque desplazado hacia el oeste, centra el edificio. A partir de ahí se distribuyen en torno al mismo diversas dependencias.
Recuerdan los historiadores, además, que el patio tiene doble galería de arcadas. La baja está formada por arcos de medio punto sobre columnas de capitel corintio. La decoración se centra en torno a los arcos, intradós y extradós, y enjutas: casetones con rosetas, ovas y los escudos de los Fonseca y los Mendoza. Los arcos de la galería superior no llegan a ser de medio punto, y se apoyan en columnas de capitel corintio sobre pedestales unidos con balaustrada. Ambas galerías están cubiertas con bóvedas de arista. Las diversas estancias se cubren con artesonados de muy variadas formas.
Los historiadores recuerdan y recogen, además, en diferentes estudios que lo más destacado del palacio junto a los delicados arcos, bellas balaustradas de mármol de Carrara y una escalera claustral de gran valor artístico es la iconografía de portadas y vanos, en donde se exponen temas míticos y grutescos del primer renacimiento.
Más de cinco años de historia y el castillo permanece mirando a los viajeros que llegan a la zona.