on llamados así por el fundador de la dinastía, Nasr. Se accede actualmente a través de una pueta, que conduce a la llamada sala del Mexuar, convertida en capilla por los Reyes Católicos, que conserva parte de su decoración cristiana y se encuentra junto al oratorio privado del cadí (que en la actualidad no se puede visitar) del que podemos ver, desde fuera el pequeño mihrab o nicho para el Corán en el muro de oriente.
Ya desde aquí pasamos a un patio en el que un dosel de armadura de madera da cobertura a dos puertas que confunden la entrada al patio de los Arrayanes y que, como todas las de la Alhambra, se encuentra en un lateral de los muros, contribuyendo a romper los ejes de simetría y creando un cierto sentido de laberinto que reproduce en todo el recinto. El patio, lleno de luz frente a la penumbra de los pasillos anteriores, utiliza la lámina de agua de su alberca como un espejo en el que se reflejan el resto de los edificios, y es que es ya, parte privada del palacio, a la que sólo unos tienen acceso para visitar al monarca. Un pabellón, en la zona norte que da hacia la ciudad, forma la sala del Trono, uno de los espacios mejor conservados de la Alhambra en el que incluso existen restos del antiguo suelo y, sobre todo, un magnífico artesonado que reproduce círculos de estrellas, pues no debemos olvidar la vieja vinculación de los monarcas orientales con la astrología. También en torno al palacio se encuentran las habitaciones que fueron del serrallo y bajo los muros del palacio de Carlos V, frente a la sala del trono, la cripta que en algún momento se pensó como panteón de los Reyes Católicos. Las puertas del patio de los Leones, que no es la actual, nos enfrenta a un bosquecillo de columnas que confunde aún más la perspectiva en uno de los espacios más complejos de la Alhambra. Claustro monacal en su perímetro y de proporciones renacentistas, el patio es heredero islámico de mundo clásico, quizás más clásico que el propio palacio de Carlos V. La famosa fuente que descansa sobre los doce leones y que recoge el agua de los cuatro canalillos orientados hacia los cuatro puntos cardinales, la explica el poeta y visir Ibn Zamrak al hablar de Salomón (Suleimán para los musulmanes) y de su accidentada visita a la reina de Saba, pues ella se sentaba sobre un trono sostenido por doce leones sobre un mar de bronce del que salían cuatro ríos en las cuatro direcciones. A los lados del patio y enfrentadas, se abren dos salas que son casi gemelas: la de los Abencerrajes, así llamada porque allí se sitúa la tradición la muerte de esta familia noble, y la de las Dos Hermanas que recibe el nombre de las dos piezas gemelas de mármol que forman su suelo. En ambas, los mocárabes, pequeñas estructuras modulares de yeso, hacen de sus techos una sofisticada gruta de estalactitas decorativas que se reflejan en sus fuentes.
Ya al sur se abre otra sala que también guarda sorpresas, las pinturas de tres pequeñas bóvedas que representan escenas del lujo y refinamiento habitual en la vida cotidiana de la nobleza palatina y que contradice la generalizada creencia de que en la cultura islámica está prohibida la representación de las figuras humanas.
Inmediato a la sala de las Dos Hermanas, se encuentra el mirador de Daraxa desde el que se divisa el hermoso jardincillo que, junto a las habitaciones de Washington Irwing, forman las partes del palacio que se prepararon para ser ocupadas por el emperador y desde las que se accede a una de las joyas de la Alhambra: la torre del Peinador de la Reina, inaccesible en la actualidad. Ya desde el jardín, al que se llegar por una galería abierta con columnas extraídas de otros lugares, se accedía en otros tiempos a los baños, que en la actualidad y por razones de conservación, también están cerrados, ya que se encuentran en restauración.