La placeta de Porras, irregular, íntima, un lugar que nos invita a detenernos unos minutos por su gran efecto escénico, conseguido a partir de una formalización rigurosamente funcional, que no incorpora ningún elemento añadido o gratuito. Integrada por tres tramos, está concebida como un espacio de tránsito peatonal que comunica la cuesta de San Gregorio con la calle de San Juan de los Reyes en un contexto espacial donde la pendiente es el eje de su configuración.
Puede decirse que las mesetas de los distintos niveles, los escalones y los pretiles funcionan al mismo tiempo como elementos necesarios para la circulación de las personas y como mobiliario urbano. En altura, la escenografía aportada por las casas solariegas que aquí se levantan, mantiene también las escalas, los desniveles, la heterogeneidad de volúmenes, incluso una variedad cromática en un juego que transita entre la piedra de las fachadas señoriales, la sobriedad de los muros de ladrillo que sostienen el jardín del carmen de los Cipreses y el blanco de otras paredes. Desde ella pueden contemplarse las copas de los cipreses del carmen que forman una glorieta en su bello jardín, declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
A esta placeta se abre la mansión de los Martínez de Castilla, que se autodenomina Hotel Carmen de Santa Inés. Tiene una sencilla portada adintelada con piedra de Sierra Elvira y un balcón con frontón partido donde está la heráldica.
Pero la arquitectura más destacada y que da nombre a este privilegiado lugar es la Casa de Porras, que perteneció a Alonso Porras, jurado que fue de la parroquia de San Gil a finales del siglo XV. En cualquier caso es una mansión muy representativa de la ocupación de la ladera baja del Albayzín por el estamento señorial, según la tónica que hemos venido comentando a lo largo de algunos itinerarios. Se incorporó al Estado en 1944 y hoy acoge un centro cultural de la Universidad de Granada, lo que facilita la visita de su interior.
Su fachada es muy sencilla y con un orden de ventanas asimétrica, pero cerradas por ricas maderas talladas. La portada, sin embargo, resalta por su fábrica de piedra y por su original diseño en el que se combinan algunos elementos medievales con otros clásicos, representando ese momento de transición entre el gótico y el renacimiento pleno que es el plateresco. En ella hay un arco deprimido, flameros, pilastras, semicolumnas dóricas, decoración de ovas y heráldica de diseño poco común, todo bien armonizado en una conseguida composición.
Un amplio zaguán desemboca en un patio del máximo interés que presenta una variada gama de elementos sustentantes en las numerosas galerías que a él se abren. Así, mientras en la planta baja encontramos columnas de piedra coronadas por zapatas de hojas de acanto, en la galería superior hay balaustradas de madera y pies derechos formando columnillas corintias. Un último cuerpo que solo ocupa dos crujías sigue el mismo esquema, aunque los pies derechos son de orden jónico. En el centro de patio hay un pozo, en un frente un bonito pilar con escudo heráldico y detrás de la edificación se abre un jardín a distintos niveles con fuente y alberca.