La iglesia parroquial es de los edificios más interesantes de Castril, con dos portadas de los siglos XVI y XVII. Aparte tiene restos de murallas y torres de la época árabe y también se conserva algo de un puente romano construido hace unos dos mil años. Lo más importante sin embargo son la Peña del Sagrado Corazón y el Cantón, éste un espléndido mirador en el mismo centro del pueblo; desde ambos se contemplan extraordinarias vistas que hacen de la villa un monumento paisajístico. Peculiaridades Castril mantiene la tradición de celebrar encierros de toros en sus calles durante las fiestas de la Virgen del Rosario. Y de su historia se conserva el recuerdo de dos curiosidades: una fábrica de vidrio cuyo origen se remonta a los Reyes Católicos y que se caracterizaba por su color verde amarillento, y la plaza del Árbol Gordo. La primera se cerró a principios del siglo XX y se conservan algunos fabricados en el Centro de Recepción del Parque Natural Sierra de Castril; del segundo sólo queda el nombre pues el árbol fue talado un crudo invierno para abastecer de leña a las familias más necesitadas. La romería de la Virgen de la Cabeza tiene lugar cada año en el paraje conocido como La Solana.
Historia
Según las crónicas, aunque Castril pudo tener asentamientos humanos anteriores, fueron los romanos los primeros que utilizaron su famosa Peña como protección para un campamento militar que luego se convertiría en villa. De hecho, su nombre podría derivarse del término castro (campamento). Durante la dominación musulmana se convirtió en una ciudad fortificada y fue bautizada como Hisn (castillo) de Qastal. Al- Zuhri, geógrafo andalusí, la describe como ñuna fortaleza en cuyo patio había una gran piedra lisa de la que brotaba tal cantidad de agua que podría mover ocho piedras de molinoñ. Tras la conquista por los Reyes Católicos a finales del siglo XV, fue ejemplo de convivencia entre las culturas musulmana, cristiana y judía. Al ser expulsados los moriscos, el municipio fue repoblado y cedido a don Hernando de Zafra, que pasó a llamarse Señor de Castril. En el siglo XIX se convirtió en escenario de importantes enfrentamientos, tanto durante la invasión napoleónica (los franceses incendiaron el pueblo en 1810) como en las guerras carlistas, disputándose en su término municipal la batalla del Llano de los Tubos en 1838. De gran riqueza forestal, la política maderera desde Felipe II hasta la primera mitad del siglo XX acabó con gran parte de sus bosques.