La mayor parte de la historia del flamenco en Granada se desarrolla en la capital. Los barrios del Albaicín y el Sacromonte se convierten en epicentros de la jondura y en testigos de la creación de la soleá de Graná o del Niño Jun o de los tangos del Camino y del Cerro. Este ambiente es el que sirve de venero a don Antonio Chacón para crear los cantes por granaínas y medias.
Por eso hay que ir hasta las cuevas del Sacromonte a ver lo que allí se cuece. Pero también es fundamental pararse en el Albaicín, bajar hasta la peña más antigua que existe, la de la Platería, y escuchar los recitales que allí se programan con bastante periodicidad. Visitar la taberna de Jaime el Parrón, padre de Marina Heredia, en la que se reúnen muchos artistas de la capital, entre ellos el propio Enrique Morente y su hija Estrella Morente, Juan Carmona Habichuela, Pepe Habichuela o los Montoya y los Carbonell, además de la gran bailaora Mariquilla.
Punto de partida: Málaga. Los barrios de El Perchel y La Trinidad, justo donde otro maestro, Juan Breva, forjó su leyenda.
Las buenas condiciones económicas de la segunda mitad del siglo XIX convirtieron a Málaga en un punto próspero alrededor del cual nacieron numerosos cafés cantantes. En El Café Sin Techo se dice incluso que Antonio Pérez de Guzman y el General Sánchez Mira le hicieron entrega a Tomás el Nitri de la primera Llave de Oro del Cante, aunque esto está aún por demostrar. El flamenco malagueño también encontró sustento en el campo, con los cantes de pisa, de arar y de trilla, y en el mar, con el famoso cante de los marengos o jabegote. Un paseo por el barrio del Palo nos dará las claves de este proceso creativo al contemplar el trasiego diario de los marineros y sus formas de pasar el tiempo.
El cante del lugar es la jabera, una modalidad de fandango abandolao. Todo ello puede contemplarse en otro santuario jondo de quilates: la Peña Juan Breva, un centro inaugurado en 1958 y reconvertido en museo flamenco en las últimas fechas. Allí se pueden oír también las mejores voces de la juventud cabal malagueña, pero también es posible contemplar a figuras consagradas de la zona.
Es necesario hacer escala en la Axarquía, con su centro cantaor en Vélez-Málaga. Son imprescindibles las visitas a las pandas de verdiales. Se prodigan estas pandas por la zona de la Almogía, la de los Montes de Málaga o la zona central de Comares.
Otro estilo que se da por la zona es el de la bandolá, cuya influencia se extiende hasta la sierra cordobesa y la provincia de Granada. En cambio, la zona costera se entrega por entero a otro cante de la familia: el jabegote, una pieza con letras marineras que se utiliza mucho actualmente como remate de las malagueñas. La rondeña, otro legado abandolao, no hay por qué oírla necesariamente en Ronda, pues aún no está demostrado que su nombre provenga del de la ciudad malagueña, ya que podría haberlo recibido de las antiguas cantinelas que se utilizaban para rondar a las muchachas.
Después de su paso por Málaga, Antonio Chacón estuvo una temporada en Granada durante la que transformó la mayoría de los cantes del lugar. Había sido jurado del Concurso de 1922 junto a Manuel Torrey Pastora Pavón, un certamen auspiciado por personajes como Manuel de Falla o Federico García Lorca.
A este último se deben conceptos como "duende", "sonidos negros" o "cultura en la sangre". Así pues, la visita a la zona granadina podría comenzar, perfectamente, en los lugares relacionados con el poeta, como su localidad natal, Fuente Vaqueros. De esta forma podremos comprender qué ambiente respiró Lorca para adentrarse en el flamenco de una forma tan vehemente. También son básicos en esta visita los puntos en los que se desarrollan los cantes de labor, como Iznájar, Algarinejo o Montefrío, con distintas variantes del cante por trilleras.