Agua. Esa es la excusa que permitirá al caminante conocer el recinto de la Alhambra desde una perspectiva diferente a través de una ruta del agua. Sin entrar al Generalife ni a los palacios nazaríes se puede conocer un poco más de la historia de la Alhambra y sus alrededores contemplando fuentes, aljibes, acequias, cascadas… y además maravillarse con árboles que jalonan la ruta.
La aventura que les proponemos esta semana comienza en Plaza Nueva, en pleno centro de Granada. Tras recorrer la Carrera del Darro –posiblemente el paseo más romántico y bello del mundo– y el Paseo de los Tristes hay que cruzar el puente para desviarse hasta la Fuente del Avellano, uno de los rincones más literarios de esta ciudad donde se pueden leer poemas de García Lorca y otros autores.
En esta fuente, que dicen que eligió Ganivet para llorar a Granada antes de abandonarla, es aconsejable tomar un poco de agua para el camino. A unos 150 metros hay una vereda serpenteante y escarpada que lleva a la Acequia del Tercio y el mirador Romántico. Ya estamos en el recinto de la Alhambra. El tajo se sube en unos diez minutos.
Olor a campo Una vez en la Acequia del Tercio se pueden contemplar magníficas panorámicas de la abadía del Sacromonte si se camina hacia la izquierda. El olor a campo es intenso en este punto. El agua y la vegetación envuelven al caminante en un grato aire fresco. Después se puede pasear unos minutos más por este simbólico canal, que se llama así porque tomaba un tercio del agua de la Acequia Real, que es la que siempre ha abastecido a la Alhambra y que a su vez se nutre del río Darro.
Cuando encontremos el letrero del parque periurbano de la Dehesa del Generalife –en un cortafuegos– hay que tomar un sendero –un poco escarpado– que lleva a la Silla del Moro. La vereda discurre paralela al Barranco de las Cañas y tras una breve caminata llegamos a la caseta del canal, que es el aljibe que guarda el agua al recinto. Continuamos el camino hasta la Silla del Moro, desde donde se pueden contemplar bonitas vistas. Seguimos la ruta –en este caso más amplia que la de la acequia– para llegar a los albercones del Generalife. Se pueden ver el albercón de Torres Balbás, el de Prieto Moreno y el de las Damas, que es el más antiguo. Estos albercones han tenido tradicionalmente una función agrícola y recreativa. Antiguamente se utilizaban como zona de recreo. Las panorámicas del Generalife eran entonces de ensueño. Ahora, con los árboles, hay menos visibilidad, pero la estampa es bonita.
Tras caminar entre olivos se llega al párking y al pabellón de entrada a la Alhambra. Y después de un pequeño receso para tomar algo en el bar continuamos por el camino hacia el bosque de Gomérez. El sonido del agua y la sombra de los árboles hacen aún más entrañable este magnífico lugar en el que se escucha el canto de los mirlos y ruiseñores.
Tras pasar al lado de la Torre de los Siete Suelos nos topamos con la fuente conocida popularmente como la del ‘Pimiento’ y unos metros más abajo la del ‘Tomate’ que mantiene el pulso a la Fuente de Ángel Ganivet. Un cuadro magnífico.
Tras descansar retomamos el recorrido por el paseo de los Tres Bancos para llegar al Pilar de Carlos V, que es para muchos el espacio de estas características más bonito del mundo. Y muy cerca está la Fuente de Washington Irving. Un buen lugar para repasar la leyenda de la puerta de la Justicia. Si alguien llega a la llave dicen que les dan la mitad de la Alhambra. Seguimos hacia la plaza de Los Aljibes. Debajo de esta plaza desembocaba gran parte del agua de la Acequia Real también conocida como la del Sultán.
Y tras impregnarnos de la belleza de este recinto regresamos al paseo de la Cuesta Empedrada para llegar a la Cuesta de Gomérez y de vuelta a Plaza Nueva. Eso sí, después de una magnífica excursión