Abandonando el pueblo de Cenes de la Vega y encaminándonos por la carretera antigua, acompañados de hileras de alamedas y los inevitables ailantos, nos dirigimos hacia Pinos Genil. Antes llegaremos al punto en el que, pasado el cruce de Dúdar y Quéntar, el río Aguas Blancas -que ha nacido en la Sierra de Huétor-, desemboca en el Genil.
Nada más atravesar el puente que cruza sobre él, nos llamarán la atención unas ruinas que observamos a la izquierda de la carretera y que ya suscitaron el interés de Carl Voigt en 1890: “Una vez que se sale de Cenes, el camino atraviesa un tajo y ofrece una hermosa vista del Valle del Genil. Ante los ojos del viajero aparece el ensanche por donde el río Aguas Blancas se precipita al Genil. Por doquier se ha ido construyendo hasta donde era posible, y las márgenes aparecen flanqueadas por alamedas; no muy lejos también se encuentra un pequeño eucaliptal, cuya umbría destaca junto al verdor de los pastos y los chopos. Casi toda esta zona es propiedad del Vicecónsul, quien en detrimento de sus intereses financieros, decidió instalar su fábrica en este lugar, más alejado de las principales vías de comunicación de la ciudad. Aquí destaca la reluciente blancura de las construcciones en el intenso verdor circundante…Los edificios de la fábrica están ubicados detrás de la confluencia del Genil con el Aguasblancas”.
El viajero alemán se refiere a la fábrica de papel del Blanqueo, de la que quedan, como podremos observar, los cimientos, algunos tabiques semidestruidos y la chimenea. Fue fundada por Don Fernando Wilhelmi, empresario e ingeniero alemán, que, al incendiarse una fábrica que poseía en Alemania, decide montar en Granada tres fábricas de papel, una de ellas en el término de Pinos Genil y que es a la que nos estamos refiriendo. No dejó de ser una fábrica de cierta importancia y una prueba de ello es que dispuso de autonomía en la producción de electricidad. La familia vivía en el mismo edificio de la fábrica y Don Fernando llegaría a ser, a finales de siglo, Cónsul de Alemania en Granada, como corrobora el texto, antes citado, de Carl Voigt.
Encontramos a continuación, pasado el Puente de la Duquesa, llamado así en honor de la esposa del Duque de San Pedro de Galatino, el pueblo de Pinos Genil, en el que no entraremos todavía, ya que seguiremos carretera arriba, observando a nuestra derecha la antigua estación del tranvía de la sierra que bien merece una parada para apreciar su técnica constructiva, que sigue el modelo de todas las que este transporte tenía en su recorrido.
Poco más adelante, abandonamos la carretera por una calle a la izquierda, en bajada, que nos conduce a las ruinas de la antigua Central Eléctrica de Pinos Genil de la que se conservan el edificio, muy deteriorado, y los tubos de alimentación de agua que la hacían funcionar. Desde aquí podemos seguir andando hasta el mismo pie de la presa de Canales.
En nuestro camino tenemos que atravesar una puerta metálica por un acceso peatonal y, si en ese momento miramos arriba y hacia la derecha, podemos ver el túnel del Balcón y nos daremos cuenta de que, en parte, hemos seguido el recorrido del tranvía desde la estación. Observaremos, a la izquierda, la contrapresa del embalse de Canales y a la derecha vigas de sujeción de las traviesas de las vías. Más adelante un túnel del antiguo trazado y, si seguimos andando, llegaremos enseguida al pie de la Presa de Canales y observaremos el sistema de construcción de la misma, el edificio de la Central Eléctrica actual y el chorro de agua que desagua el pantano. Es el momento de desandar lo andado y dirigirnos al pueblo.