Si por algo se distingue el municipio Güéjar Sierra, es por la cantidad de fuentes que hay y por lo fresca que está el agua que brota de las mismas. Destaca, además de la de los dieciséis caños, la fuente ubicada en la Plaza Mayor. Además, en cada esquina, en cada callejuela, nos encontramos una.
De origen musulmán, la “Qaryat Walyar”, lugar escarpado, era un núcleo de población dividido en tres barrios y cuyos pobladores, entre otros oficios, destacaban por la cría de gusanos de seda y posterior manufactura de la misma. Existieron, dada su situación estratégica, varias fortificaciones en el lugar de las que apenas quedan restos.
Nada queda de la torre atalaya situada en la Trinchera, ni del Castillo del Peñón y solamente algunos muros de mampostería y restos de muro de tapial del Fuerte o Alcazaba de Güéjar, situado en la cumbre del cerro existente al oeste de la población, cerca del barrio Alto y el cementerio de la localidad. Sí se conservan, en cambio, restos de la fortaleza musulmana del siglo XV, en el Cerro del Castillejo, frente a la actual población, en la margen izquierda del Genil.
De planta triangular, ocupa una superficie considerable y dispuso de varios recintos de los que se pueden apreciar restos de torres, habitaciones y lienzos de murallas, aunque en mal estado de conservación, a pesar de ser uno de los más interesantes de la provincia.
Tras la conquista cristiana, participó en la rebelión de los moriscos por lo que sufrió un fuerte despoblamiento. Posteriormente colonizada, obtiene la condición de municipio independiente en 1575, ya que hasta entonces era señorío de la ciudad de Granada.
La iglesia parroquial de la Virgen del Rosario y San Roque se construyó en 1625, sobre la primera, levantada en 1530, y quemada por los moriscos antes de ser derrotados. De estilo renacentista, es la mayor de todas las de esta zona. Tiene una sola nave central, rectangular, y una cubierta mudéjar de lima bordón apoyada en tirantas sobre zapatas. Presenta un espacio cuadrangular, cubierto con cúpula semiesférica sobre pechinas y dos ventanales, que da paso a la Capilla Mayor, destacando dentro de ella una talla de la Inmaculada Concepción de la escuela de Alonso Cano. Un detalle que llama la atención es la existencia de un balcón que da al interior de la iglesia, en su parte izquierda.
Pero si algo hay que destacar dentro de Güéjar Sierra, aparte de su patrimonio natural, es su arquitectura popular derivada de su pasado musulmán. Calles estrechas y quebradas, encaladas, con balcones y paredes repletas de macetas, sumamente limpias y que se mantienen en ese estado gracias al esfuerzo y cuidado de los vecinos y a que el ayuntamiento colabora no cobrándoles el agua que utilizan para esos fines; y a cada paso una fuente. Calle del Moral, de San Vicente, San Roque, Santísima Trinidad, San Juan, Colmenillas, Horno, Castillo, Rosario y muchas más son un conjunto de calles alrededor de la Plaza Mayor que merecen un paseo.
No hace falta plano; aunque pasemos dos veces por el mismo sitio, nos impresionará lo mismo. Lo esencial es ver, disfrutar, admirar, hablar con la gente que siempre será amable.
Otra opción es bajar por el Barrio del Ventorrillo hasta la cola del Pantano y darnos un paseo desde la Central Eléctrica del Castillo hasta la confluencia del Maitena con el Genil por el camino del antiguo ferrocarril que se conserva en perfecto estado. Nos acompañarán el rumor y el frescor de las aguas del Genil y, al pasar por los túneles, podremos imaginar como podía ser el viaje desde Granada al Charcón en el desaparecido tranvía. Además, si escogemos el otoño para nuestro paseo, los tonos verdes, marrones y amarillos parecerán la paleta de un pintor a tamaño gigante.
Por el camino del tranvía
Para continuar nuestra ruta bajaremos por el Barrio del Peñón hasta el Genil para desembocar junto a la estación de Maitena desde donde seguiremos el antiguo camino del tranvía, asfaltado y acondicionado últimamente, aunque igual de estrecho. Si continuamos hasta el final pasaremos por el Charcón y su apeadero para llegar a la desembocadura del Arroyo San Juan en el Genil, donde comienza la Vereda de la Estrella. Es el momento, sentados junto al río, de recordar -o leer, si llevamos esta guía a mano- la historia del tranvía.
Aunque existen iniciativas anteriores, ninguna tendría éxito hasta que, en 1920, empiezan las obras del tranvía de la Sierra promovidas por una sociedad anónima que tiene como principal protagonista y accionista al Duque de San Pedro de Galatino. En el informe inicial, que tiene como objetivo interesar a los posibles accionistas, se describe el trazado del mismo: hasta Pinos Genil aprovecha el trazado de la carretera de la Sierra, no en vano los dos proyectos van íntimamente unidos; desde Pinos se dirige, Genil arriba, buscando la unión de éste con el Maitena, continuando hasta el Charcón. En total, algo más de 20 kilómetros.
La vía elegida es de 60 centímetros de ancho y permite vagones de carga de cinco toneladas y de pasajeros con capacidad de 22 a 24 personas. Al principio se piensa en tracción por vapor o Diesel, por su menor costo, aunque finalmente se realiza su transformación en eléctrico. Estima el Duque que la funcionalidad del tranvía se basa en el tráfico de productos de consumo de los pueblos de Cenes, Dúdar, Quéntar, Pinos Genil y Güéjar Sierra; el movimiento de viajeros de dichos pueblos; la afluencia de turistas y extranjeros; además del transporte de materiales desde las minas de la zona.
Constituida la sociedad y obtenidas las autorizaciones correspondientes, comienzan las obras -con el total apoyo de Vicente Rodríguez Díaz, alcalde de Güéjar Sierra- en los primeros meses del año 1921, bajo la dirección de los ingenieros Enrique Gómez López y José Morell. A finales de 1921 se ha construido el puente sobre el Genil y se trabaja de Pinos Genil hacia arriba, así como en la perforación de túneles.
A pesar de múltiples dificultades legales, en Febrero de 1925 se firma la Real Orden que autoriza el funcionamiento del tranvía hasta el puente del Blanquillo, uno de los primeros de hormigón de España, y ello supone que, en la mañana del día 21 de Febrero de este año se inaugure oficialmente el primer tramo del tranvía, desde Granada hasta Canales. Con total detalle relata este día el Defensor de Granada en amplio artículo de fecha 22 de Febrero de 1925: elogios al Duque; inauguración y bendición de los coches; lista, por cierto extensísima, de los asistentes, en los que no faltan las correspondientes autoridades; información sobre el trazado, material y detalles del tranvía; una descripción del viaje, reseñando los lugares más espectaculares; y, por fin, referencia al “lunch” que se sirve en la Cueva del Diablo, pasado Pinos Genil, y en el que se pronuncian los discursos de rigor.
Con la llegada de la República, y sin explicación aparente, se produce una situación de conflictividad laboral que va a desembocar en que, en Junio de 1931, la compañía despida a todos los trabajadores y cese en la actividad. El 13 de Julio el tranvía deja de funcionar y el 30 del mismo mes el estado se incauta provisionalmente del mismo. A pesar de recursos y gestiones, el día 9 de Junio de 1934 el tranvía pasa a depender definitivamente del Comité de Explotación de Ferrocarriles del Estado.
Sigue funcionando durante la Guerra Civil y, a raíz de la necesidad de tareas de reconstrucción y repoblación forestal, unido a intereses mineros y deportivos, se plantea ampliar la línea hasta el Barranco de San Juan, pasando por el Charcón y de ahí a las minas de la Estrella. El proyecto de ampliación hasta San Juan, de tres kilómetros y medio, con dos estaciones, una en el Charcón y otra al final, se concluye en 1942 -tal y como relata el diario Ideal, el 4 de Septiembre de 1944-, siendo inauguradas en el año 1947. Aunque las perspectivas parecen halagüeñas, en 1973 se plantea la propuesta de cierre de la línea que, a pesar de las manifestaciones de pesar y cariño de los granadinos, realiza su último viaje el día 19 de Enero de 1974.