Salimos de Dílar, remontando el río, por carretera asfaltada que sigue las indicaciones que nos guían a la Central Eléctrica de Nuestra Señora de las Angustias. A nuestra izquierda, y sobre el cauce del Dílar, la aparatada vega en la que olivos, frutales y hortalizas se entremezclan y, en nuestro camino, tras breve llaneo, una bajada que desemboca en un puente que nos transporta a la margen contraria en la que, nada más cruzarlo, cogeremos la pista, ya de tierra, que encontramos a derechas y que transcurre junto al cauce.
El sonido del agua, la vegetación y el frescor, propios de una ribera, nos acompañan -álamos, fresnos, zarzas- hasta llegar a la explanada en que una cadena nos corta el paso, debemos dejar el coche.
A partir de aquí empieza lo bonito: mesas de madera junto al agua, puentecillos que cruzan el río, abundante sombra. Un paraíso que, en los días de calor, se disputan familias enteras, sobre todo los fines de semana. Es típica y entrañable la imagen de la abuela que, sentada en la hamaca, contempla el chapoteo de sus nietos en el agua, mientras sus hijos o yernos, hijas o nueras, preparaban –hoy, en época estival, no es posible por el riesgo de incendio- la barbacoa.
Costumbre es, también, darse un paseo para que “baje la comida” hasta la Central y allí es donde nosotros debemos encaminarnos tras recorrer, aproximadamente, menos de dos kilómetros desde que abandonamos nuestro vehículo.
La Central de Nuestra Señora de las Angustias, construida en el Haza de las Parrizas por el ingeniero industrial D. José Morell Cuéllar (1886-1971) entre 1914 y 1923, responde, en lo referente a sus edificaciones, a la típica arquitectura de este tipo de construcciones: naves rectangulares –en este caso dos- que se cubrían mediante cubierta a dos aguas que se apoyaba en una estructura metálica que soportaba el entablado de madera y las tejas.
La fábrica exterior es de mampostería, aunque las esquinas y cornisas sean de ladrillo, estando puertas y ventanas –con arcos de medio punto- enmarcadas de este mismo material. Junto a la central existe una vivienda, de dos cuerpos, destinada a los maquinistas y sus ayudantes.
Se complementaba esta obra con un canal de derivación, el Canal de la Espartera, que abastecía del caudal de agua necesario, procedente del río Dílar, a la Central. Encima de la misma podemos apreciar la tubería de carga -700 m de longitud y 70 cm de diámetro interior- que, desde la base de la Boca de la Pescá, alimenta de agua a la fábrica de luz.
Aún más curiosa resulta la utilidad de esta central, ya que la electricidad por ella generada era transportada hasta Benalúa de Guadix para asegurar el suministro de fluido eléctrico a la fábrica de pasta de esparto para papel de Nuestra Señora de las Angustias.
Igual de interesante resulta el acuerdo, en 1919, entre el Ayuntamiento de Dílar y el dueño de la Central, D. Manuel Fernández Fígares, por el que éste, a cambio de la cesión de terrenos del común de vecinos necesarios para la puesta en funcionamiento de la central, se comprometía a suministrar, a perpetuidad –mientras funcionara la fábrica y el canal-, energía eléctrica al pueblo de Dílar, corriendo a su cargo la instalación, primeras perillas y el entretenimiento de la línea.